ARRASTRANDO LA
COBIJA
Le ganaban las circunstancias por las que creía atravesar,
inventaba fantasmas, huía de
perseguidores imaginarios; según
él, sus acérrimos enemigos se
confabulaban en una misma conspiración
para destruirlo.
Veía moros con tranchete en cada esquina, estaba en la
mira de sicarios, asesinarlo era la meta de los pistoleros, robarlo la ambición
de los ladrones, boicotearlo el deseo de los comerciantes, criticarlo la
consigna de los periodistas, denostarlo la instrucción de los medios.
Hundirlo el afán de los marinos, inhumarlo el fin de las
funerarias, descuartizarlo la orden de los hospitales, asfixiarlo la consigna
de los enfermeros, ridiculizarlo la risa de los payasos, era el blanco de los
arqueros, el terreno fértil de las enfermedades y el caldo de cultivo para las
epidemias.
Perdía todos los concursos, reconocía abiertamente que le
iba muy mal, no dejaba por ningún motivo de arrastrar su cobija. No se despegaba de ella ni en los veranos más
calientes, salía polvo de las gastadas y deshilachadas orillas arrastradas por
los suelos, cuando le dijimos que ya le parara.
Nos aventó esta maldita cobija y ahora somos nosotros
quienes la andamos arrastrando por la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario