miércoles, 10 de agosto de 2016

ARRASTRANDO LA COBIJA

ARRASTRANDO  LA  COBIJA

Le ganaban las circunstancias por las que creía atravesar, inventaba fantasmas,  huía de perseguidores imaginarios;  según él,  sus acérrimos enemigos se confabulaban  en una misma conspiración para destruirlo.

Veía moros con tranchete en cada esquina, estaba en la mira de sicarios, asesinarlo era la meta de los pistoleros, robarlo la ambición de los ladrones, boicotearlo el deseo de los comerciantes, criticarlo la consigna de los periodistas, denostarlo la instrucción de los medios.

Hundirlo el afán de los marinos, inhumarlo el fin de las funerarias, descuartizarlo la orden de los hospitales, asfixiarlo la consigna de los enfermeros, ridiculizarlo la risa de los payasos, era el blanco de los arqueros, el terreno fértil de las enfermedades y el caldo de cultivo para las epidemias.

Perdía todos los concursos, reconocía abiertamente que le iba muy mal, no dejaba por ningún motivo de arrastrar su cobija.  No se despegaba de ella ni en los veranos más calientes, salía polvo de las gastadas y deshilachadas orillas arrastradas por los suelos, cuando le dijimos que ya le parara.

Nos aventó esta maldita cobija y ahora somos nosotros quienes la andamos arrastrando por la vida.


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