viernes, 19 de agosto de 2016

SIN  EMPUJE

 -No tengo empuje- se quejaba, -nada de empuje- y en efecto, todo lo que emprendía, al poco tiempo se desinflaba, decían que al menor obstáculo se desanimaba, que no iba a llegar lejos.

Cuando eventualmente le daban oportunidad y lo contrataban en algún trabajo, de inmediato el desaliento lo invadía, le daba una especie de ataque de pereza que lo inmovilizaba hasta paralizarlo por completo; entonces lo despedían, sus jefes argüían el motivo, le falta empuje.

Era flaco, chaparro, delicado y muy débil; en todos los frentes se requiere energía, vigor y entusiasmo; pero él era taciturno, apático e indolente; se cansaba en cualquier subida, se agotaba en el primer esfuerzo.

Sus padres le ofrecieron ayuda, le pusieron un negocio que en pocos meses quebró por su indiferencia, después heredó un rancho de ganado y aves que, al cabo del tiempo, los animales enfermaron y murieron por falta de atención.

Las muchachas al saberlo rico, desfilaban por su casa, las miraba impertérrito,  por fin escogió una,  la más bonita que era coqueta y sensual, acabó abandonándolo – ¿Por qué?- le preguntaban, a lo que respondía: - Le falta empuje-

Todos los proyectos que iniciaba pronto se venían abajo, al primer paso, se  desmoronaba, todos sus intentos muy pronto flaqueaban, cuando caía, ahí quedaba completamente apagado.

Así,  aplastado por el dinamismo que la vida exige, se quedó tirado en su lecho, ya no se levantó, nunca tuvo empuje.      


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