ANDABA DE SOBRA
Así se preguntaba: ¿A quiénes haces falta? y se respondía: - A nadie, creo
que estoy de sobra, nadie extraña mi presencia, tampoco mi ausencia cuando
falte, excepto mis acreedores, que verán un violín pintado en mi partida.
-Estuve en el ajo, me creí indispensable para salvar el mundo del tedio, me
les di en el teatro, me les entregué en el cine; les brindé sonrisas, maromas y
brincos; solo recibí rechiflas. Llegué
iracundo al camerino secreto para darme un aplauso- Así se decía-.
-Me creí importante, -me confesó,- y
con talento, pero cuando me vi en el espejo de la juventud tardía, descubrí el
recinto vacío. ¿Dónde están aquellos que
me señalaban, esos que me apuntaban con índice acusador o con miradas de
admiración? ¿Dónde quedaron esas risas
contagiosas que plagaban todo de alegría cuando me encontraban? ¿Dónde las
faldas que se meneaban frenéticas, cuando me acercaba?
-Aquellos clamores que exigían mi permanencia, ahora yacen sepultos en las entrañas
del olvido; esos brazos abiertos como molino de viento girando para recibirme
cuando acercar me veían, se han
volteado, me han arrinconado en el sótano del abandono.
-También por eso huyo – continuó – ¡me voy, me retiro, me regreso a la
caverna de la que nunca debí haber salido!
Luego se fue por la ladera de aquella montaña y se perdió entre la neblina.
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