DIOS Y SER
Cronos debe
ser el dios que todo lo atraviesa, los dioses de los pueblos primitivos
danzaron a su ritmo.
Dios se
entretiene con las desgracias acaecidas a los hombres, somos su vicio, su hobby,
él decide hasta el último detalle, escucha las plegarias, aconseja, castiga y
perdona a quien en él cree; Dios se transforma, se multiplica, cambia de ropaje como de humor, es
impredecible.
Los dioses
fueron un excelente invento, resolvieron la anarquía y el nihilismo propio de
la raza humana; Dios, dijeron: sabe esperar, es tan paciente que no ha venido a
visitarnos nunca, ni vendrá en el fin de los tiempos.
Dios antes
de ser, ya era en su infinita soledad cósmica, deambulaba en medio del caos universal, no habiendo
quien reclamara su presencia todavía, la ocurrencia de la creación no había
surgido y el tedio imperaba en el vacío sideral.
Dios es muy
susceptible, delicado y se resiente en su trato, ay! De quien hable mal de
dios, él es masculino, violento y vengativo según el Pentateuco, es descrito en
la Tora como un monstruo sin compasión ni sentimientos para los hombres, obra
por caprichos.
Dios es una
mala jugarreta de los brujos y sacerdotes arcaicos, las religiones se los
apropiaron, el papa lo hizo suyo, en exclusiva.
Dios existe
en la fe, en la creencia esquizofrénica de los feligreses, en las malvadas
palabras de los políticos, en las cruces de las iglesias, en los sagrarios de
los altares, en las páginas de la biblia, en el pulpito de los templos y en la
dolorida conciencia de los pecadores.
Los santos
debieron santificarse en los cielos, no en el Vaticano, Dios es un anhelo de
los rebaños, es un deseo de las tribus, un querer de las familias que piden:
Dios por favor existe, para que la vida nuestra tenga una razón de ser, sin ti nada
tiene sentido, ¿a quién entonces implorar, a quien rezar, a quién acudir, a
quién reclamar? Dios eres un escudo para
las desgracias, una protección para el desasosiego, una promesa de salvación
hacia la vida eterna o Dios es una gran mentira, un enorme fraude para calmar
nuestro desconsuelo, una esperanza fingida, un artificio metafórico, una
comodidad del alma; también un foco de discordia, una trampa insustancial, una
amenaza que se cierne sobre nuestra ignorancia.
A dios hay
que decirle adiós, pues su existencia no solo está en duda sino que es un
concepto paradójico que distorsiona la verdad que subyace en nuestra misteriosa
existencia de ser.
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