DEMASIADO TARDE
Tenía el
alma envejecida hacía mucho tiempo, se daba cuenta por el cansancio, desde muy
joven se sentía abatido por las circunstancias, lo atormentaban los gritos de
las multitudes, los escándalos de las fiestas y la puerilidad de las reuniones,
donde se intercambiaban éxitos y se presumían las conquistas amoriles, los
orgullos donjuanescos, las apologías de
triunfos y glorias de los ganadores.
Era así
viejo y decrépito por dentro, aunque por fuera aparentaba estar en la flor de la vida, no le gustaron nunca las fiestas donde la música, el canto,
el baile y las risas se confundían en un jolgorio generalizado, por eso se
escapaba temprano, rehuía toda convocatoria, concurso, invitación, certamen y
evento donde estuviese presente la alegría.
Su alma
vieja se imponía frustrando el contento de sus congéneres, amigos y parientes,
era de espíritu muy triste, como si estuviese vacío, agotado de tanto existir,
cuando apenas estaba en los albores de la vida.
Ahora que
era ya físicamente un anciano, se le despertó el entusiasmo por gozar de la
existencia, pero ya era demasiado tarde.
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