viernes, 11 de enero de 2013


EXPERIMENTO  FALLIDO

Obligados a aceptar la fantasía y negar la realidad, sometidos a múltiples presiones reaccionábamos.  ¿Cuáles y cómo eran esas presiones? Las naturales del propio cuerpo vivo, era el hambre, la sed, el sueño, el cansancio, el calor, el frío de la intemperie, el deseo y la necesidad de cariño.

Esas presiones nos nacían del organismo y debíamos actuar para saciarlas, eso hacía movernos, nos hacía buscar satisfacer las demandas que nuestra propia sobrevivencia generaba.

Empecé a volverme loco el 11 de Junio del 2011, al darme cuenta de ello supe que ya no era responsable ni de mis pensamientos ni de mis acciones, era yo un inventor de fantasías, mentiras aberrantes, un soñador, un utópico, un idealista incorregible.

Vivía creyendo en un mundo inexistente, repudiando la realidad que me pisaba los talones, que me atosigaba permanentemente, que me acosaba; la rehuía con toda clase de argucias y artimañas, luego me alcanzaba, me caía encima para aniquilarme y por fin lo consiguió.

Nunca lo hubiera querido, pero algo me decía que no podía escapar a la ley natural, el epílogo había llegado a su hora, no irrumpía de manera alguna, lo hizo pausada y respetuosamente.

La realidad sobrepasaba toda fantasía, mi estéril imaginación se colapsó ante la cripta donde el cuerpo de dios descansaba, el misterio de la vida escondía revelarse a mis ojos, únicamente captaba lo permitido por mis limitados sentidos, una mínima parte del espectro infinito de una aparente existencia de las cosas.

Por eso ya no quise seguir indagando, mi corta inteligencia no tenía el alcance debido, la imaginación no daba para especular a tal grado, decidí claudicar, me di por vencido, me rendí a la majestuosidad del milagro perenne que significa la vida.

Me fui olvidando de todo, poco a poco perdí el sentido, el poco conocimiento que había adquirido conmigo murió, me fui para siempre jamás. Fui tan solo un experimento fallido.    


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