viernes, 11 de enero de 2013


EL  ESPÍRITU  HUMANO

El espíritu humano se ha ido edificando a través de millones de generaciones, haciéndose cada vez más complejo y profundo. La conciencia colectiva se va consolidando permanentemente, cada persona desde su individualidad la va conformando y a su vez participa como receptor de ese espíritu en constante evolución.

Ese colectivo espíritu tiende a la inmortalidad, se ha proyectado a través de cientos de miles de siglos, es lo que ha dado continuidad a la historia, al arte, a la cultura; es esta conciencia lo que sobrepasa la individualidad personal, lo que ha permitido la proliferación de las ciencias y las humanidades.

Las personas somos efímeras, solo momentáneas, existimos un breve período; abrevamos y contribuimos al engrandecimiento o al deterioro de ese espíritu que nos trasciende.

En los inicios de nuestra civilización, este espíritu fue extremadamente rudimentario, paulatinamente su primitivismo fue dejando estos estadios, fortaleciéndose con la experiencia acumulada y heredada a través de  generaciones, en constante sucesión.    

Un proceso automático independiente de la conciencia de los hombres, acarreando esa conciencia colectiva indistintamente, luces y sombras, cualidades y vicios, virtudes y defectos; que han resultado – en gran medida – catastróficos para gran parte de la especie humana y benéficos solo para una minoría.

Ha llegado la etapa en la que el hombre, como individuo, cobre conciencia de su responsabilidad como arquitecto de ese espíritu colectivo, mismo que  no muere como lo hace la persona.

Las generaciones por venir, deberán encontrar el terreno cultivado para desarrollar y enriquecer el espíritu humano y continuar construyendo su destino o de lo contrario, dejar que siga sin control, como hasta hoy ha sido.



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