LOS QUE YA NOS VAMOS
Los muertos
quisieran estar vivos aunque fuese solo un rato, disfrutar del respirar
profundo el oxígenos de la vida, pero es demasiado tarde, se fue su
oportunidad, ya no es posible resucitar como en los tiempos bíblicos de Lázaro.
También hay
vivos que a veces quisiéramos estar muertos para no seguir sufriendo una
tortuosa existencia o una dolorosa agonía.
La vida nos
empuja, nos va llevando de la mano hacia el crematorio o al sepulcro, no se
detiene un instante a esperar a que pase la quietud, el calendario nos va
apurando, las fechas caen como en el dominó las fichas y desde embriones
estamos sentenciados a desaparecer en los confines del tiempo.
Aquí
seguirán nuestros átomos transformados en polvo, aullaremos en los recuerdos,
despertaremos en las memorias, en los cantos, en las letras moribundas, en
nuestros choznos.
Vivimos
aturdidos por el tambor de la marcha fúnebre y por el himno triunfal del
nacimiento de cada nueva esperanza, misma que se irá desvaneciendo hasta
apagarse por completo.
Quien fuera
eterno para no temer perder la vida, pero quien mejor no haber nacido para no
tener tan maravillosa tentación.
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