jueves, 15 de octubre de 2020

LA NUEVA REALIDAD

 

LA NUEVA REALIDAD

Ahora me doy cuenta cuanto extraño el acercamiento de la carne, del cuerpo humano, de la intimidad.

Cuanta falta me hace el dar y recibir abrazos, el dar palmadas y besos, el decir secretos al oído, el estrechar los lazos amistosos con las manos.

Extraño los apretones cordiales y sinceros hoy tan alejados, el tener aquí junto a otro que siente y piensa como yo, sin poder siquiera tocarlo.

Añoro la proximidad del aliento que palpita, añoro las caricias que no puedo dar ni recibir, añoro saludar con efusividad al próximo, al conocido y al desconocido, añoro dar y recibir la confianza y la seguridad de compartir, de celebrar de cerca risas, carcajadas y hasta llanto y lágrimas.

No me puedo acostumbrar a separarme de todos, no logro habituarme a vivir apartado como un peligro ni a tratar al semejante como como un apestado, como un riesgo fehaciente y mortal.

Me harto de andar como escondido, rehuyendo todo contacto humano, como ocultándome entre las cosas como escudos, evadiendo a las personas sospechosas de estar enfermas sin saberlo, me canso de ver sus figuras como estatuas indiferentes en un cementerio callado y funesto.

No cabe duda que esto es un castigo para el hombre que de naturaleza es gremial.  

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