viernes, 14 de octubre de 2016

IGNOR



IGNOR

Había una vez en un lugar perdido en el espacio sideral, un astro donde habitaban unos seres que desconocían su origen, así como también su destino; algunos de ellos especulaban, decían saber la razón de su existencia, pero se engañaban y a su vez mentían a los demás.
Habían experimentado lentas mutaciones, desde simples corpúsculos unicelulares, a evolucionar hasta las primeras gradas de la conciencia, pasando por un enorme enjambre de diversificaciones y manifestaciones de un fantástico y curioso fenómeno, conocido como vida.
-¿Qué hacemos aquí?- ¿Cómo que de pronto estamos, somos, aparecimos?- Desconcertados se preguntaban en silencio, viéndose unos a otros con recelo.  El tiempo transcurría y las esperadas respuestas nunca llegaban, los especuladores inventaban teorías, mitos y sospechas; otros decían sentir corazonadas o tener intuiciones para explicar su raro ser; pero a nadie libre y razonable nunca satisfizo explicación alguna.
Unos buscaban con verdadero ahínco, interés y hasta desesperación, aquello oculto que pudiera brindarles esa tan ansiada tranquilidad que da la certidumbre; otros, los más, se cobijaban bajo la sombra de los diferentes mitos que iban emergiendo a lo largo de su historia y que les proponían una seguridad artificial.
-¿Quiénes somos, de dónde venimos, para qué existimos?- Eran preguntas recurrentes que les brincaban en su quehacer cotidiano; conforme avanzaban los siglos, la duda iba creciendo, las nuevas generaciones interrogaban a sus ascendientes con dejo de reclamo -¿Qué significa todo esto?- insistían.
Las respuestas que les daban carecían de fundamento racional, los mitos no tenían sustento, las doctrinas religiosas se colapsaban al primer examen lógico y aquellos desventurados habitantes se veían angustiados entre las contradicciones, los habían enseñado a pensar para luego estamparlos en un pantano de fe ciega como la única salida, por lo que se veían desconsolados ante la realidad que los envolvía. La prohibición de no pensar por sí mismos había dejado de funcionar.
Habían explorado todas las posibilidades, desmenuzado múltiples alternativas, ensayado con todas las teorías imaginables, se habían sumergido en profundos y extensos laberintos, ahí se habían extraviado, para después estrellarse contra el muro insondable de lo absurdo que resultaba su existencia.
Abandonados a su suerte, flotaban en medio de un cosmos hostil, plagado de peligros, de riesgos y amenazas; buscaban señales, pistas que orientaran sus pensamientos, escarbaban en las entrañas de su planeta, volteaban al firmamento en busca de indicios que aplacaran su aflicción, pero mientras más esfuerzo hacían se topaban con mayores complejidades y obstáculos insalvables.
 Remontaron su historia, abrieron capítulo por capítulo, reconstruyeron las más extraordinarias escenas a fin de hallar luz que iluminara su desesperada búsqueda, recurrieron a sus filósofos, sacerdotes, sabios, brujos y científicos; todo resultó inútil. 
Las mentiras que en un tiempo les mantuvieron satisfechos, se desmoronaban con el primer dardo de la lógica; la verdad parecía estar en ningún lado, cuando afirmaban haberla encontrado, de inmediato se desvanecía al soplo de la conciencia.
Sin embargo ahí siguen, atónitos, absortos, impávidos, azorados, asombrados de verse, de sentirse, de pensarse. -¿De qué se trata? – se dicen los nuevos seres al nacer y nadie, absolutamente nadie lo sabe.  


    

No hay comentarios:

Publicar un comentario