IGNOR
Había una vez en un lugar perdido en el espacio sideral, un
astro donde habitaban unos seres que desconocían su origen, así como también su
destino; algunos de ellos especulaban, decían saber la razón de su existencia,
pero se engañaban y a su vez mentían a los demás.
Habían experimentado lentas mutaciones, desde simples
corpúsculos unicelulares, a evolucionar hasta las primeras gradas de la
conciencia, pasando por un enorme enjambre de diversificaciones y
manifestaciones de un fantástico y curioso fenómeno, conocido como vida.
-¿Qué hacemos aquí?- ¿Cómo que de pronto estamos, somos,
aparecimos?- Desconcertados se preguntaban en silencio, viéndose unos a otros
con recelo. El tiempo transcurría y las
esperadas respuestas nunca llegaban, los especuladores inventaban teorías,
mitos y sospechas; otros decían sentir corazonadas o tener intuiciones para
explicar su raro ser; pero a nadie libre y razonable nunca satisfizo
explicación alguna.
Unos buscaban con verdadero ahínco, interés y hasta
desesperación, aquello oculto que pudiera brindarles esa tan ansiada
tranquilidad que da la certidumbre; otros, los más, se cobijaban bajo la sombra
de los diferentes mitos que iban emergiendo a lo largo de su historia y que les
proponían una seguridad artificial.
-¿Quiénes somos, de dónde venimos, para qué existimos?- Eran
preguntas recurrentes que les brincaban en su quehacer cotidiano; conforme
avanzaban los siglos, la duda iba creciendo, las nuevas generaciones
interrogaban a sus ascendientes con dejo de reclamo -¿Qué significa todo esto?-
insistían.
Las respuestas que les daban carecían de fundamento
racional, los mitos no tenían sustento, las doctrinas religiosas se colapsaban
al primer examen lógico y aquellos desventurados habitantes se veían
angustiados entre las contradicciones, los habían enseñado a pensar para luego
estamparlos en un pantano de fe ciega como la única salida, por lo que se veían
desconsolados ante la realidad que los envolvía. La prohibición de no pensar
por sí mismos había dejado de funcionar.
Habían explorado todas las posibilidades, desmenuzado
múltiples alternativas, ensayado con todas las teorías imaginables, se habían
sumergido en profundos y extensos laberintos, ahí se habían extraviado, para
después estrellarse contra el muro insondable de lo absurdo que resultaba su
existencia.
Abandonados a su suerte, flotaban en medio de un cosmos
hostil, plagado de peligros, de riesgos y amenazas; buscaban señales, pistas
que orientaran sus pensamientos, escarbaban en las entrañas de su planeta,
volteaban al firmamento en busca de indicios que aplacaran su aflicción, pero
mientras más esfuerzo hacían se topaban con mayores complejidades y obstáculos
insalvables.
Las mentiras que en un tiempo les mantuvieron satisfechos,
se desmoronaban con el primer dardo de la lógica; la verdad parecía estar en
ningún lado, cuando afirmaban haberla encontrado, de inmediato se desvanecía al
soplo de la conciencia.
Sin embargo ahí siguen, atónitos, absortos, impávidos,
azorados, asombrados de verse, de sentirse, de pensarse. -¿De qué se trata? –
se dicen los nuevos seres al nacer y nadie, absolutamente nadie lo sabe.
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