viernes, 14 de octubre de 2016

OBSESIÓN

OBSESIÓN

Sí, en efecto, estaba enamorado; no había un instante en que no estuviera pensando en ella, su mente estaba anegada por aquella sonrisa, por aquella mirada, por aquella voz que a su oído cantaba dulces tonos de erótico susurro.
La atrapaba con su pensamiento, no la dejaba salir, no soportaba su ausencia, la quería tener ahí para siempre, enjaulada, bajo siete candados y haber tirado las llaves al río, al mar o mejor a la boca de  un volcán en erupción, para que el metal derretido se mezclara para la eternidad con la lava.
No importaba si ya encadenada, sometida con gruesos grilletes y dando alaridos de impotencia se enfermara y ya ciega e inválida suplicara libertad, aún así le diría: ¡para que no me dejes!
Estaba envenenado de amor irreversible, había bebido la pócima de su mágica mirada, había rozado con los labios su tersura, había sus lágrimas paladeado.
Invadida su cabeza por las memorias que daban vueltas sin retorno, su ser inmediato se deleitaba sintiéndola muy junto.
- ¡Mira cómo estoy! – Le murmuraba – ¡y tú que ni siquiera existes! – le decía.                                         


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