OBSESIÓN
Sí, en efecto, estaba
enamorado; no había un instante en que no estuviera pensando en ella, su mente
estaba anegada por aquella sonrisa, por aquella mirada, por aquella voz que a
su oído cantaba dulces tonos de erótico susurro.
La atrapaba con su
pensamiento, no la dejaba salir, no soportaba su ausencia, la quería tener ahí
para siempre, enjaulada, bajo siete candados y haber tirado las llaves al río,
al mar o mejor a la boca de un volcán en
erupción, para que el metal derretido se mezclara para la eternidad con la
lava.
No importaba si ya
encadenada, sometida con gruesos grilletes y dando alaridos de impotencia se
enfermara y ya ciega e inválida suplicara libertad, aún así le diría: ¡para que
no me dejes!
Estaba envenenado de amor
irreversible, había bebido la pócima de su mágica mirada, había rozado con los
labios su tersura, había sus lágrimas paladeado.
Invadida su cabeza por las
memorias que daban vueltas sin retorno, su ser inmediato se deleitaba
sintiéndola muy junto.
- ¡Mira cómo estoy! – Le
murmuraba – ¡y tú que ni siquiera existes! – le decía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario