EL CUERPO INMORTAL
La
mortalidad está garantizada por las leyes naturales, aunque haya explicables
temores del hombre. En efecto, la materia no se destruye, se transforma, se
degrada, se pudre, se desintegra, se convierte en energía; es indestructible,
hasta donde la entropía se lo permite.
El espíritu
en cambio, es absoluta, total y completamente efímero, se va formando,
elaborando, complicando, construyendo desde el origen, en el transcurso y a lo
largo de la vida.
El alma, la
mente, el espíritu o como quiera llamársele a esta abstracción, es consecuencia
y resultado de interacción de la materia bajo un patrón genético, que gobierna
el cuerpo físico del hombre.
Los
sistemas, órganos, aparatos, tejidos, células, moléculas, átomos y partículas
sub-atómicas, no se destruyen, se transforman en otras materias residuales que
se reintegran en otras unidades de carbono o pasan a ser energía.
Lo que sí
desaparece por completo es el espíritu que recibió el aliento de ese
complicado conglomerado de elementos, que
funcionaban bajo una fórmula energética heredada.
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