miércoles, 23 de marzo de 2016

CALIDAD DE VIDA

CALIDAD  DE  VIDA

El crecimiento de la economía se ha convertido en una obsesión humana, cualquier actividad que no apunte y tienda, aunque sea indirectamente,  al incremento del Producto Interno Bruto (PIB), no tiene mayor importancia.

El secreto pende  de este parámetro, un índice porcentual con el que miden el rendimiento de los capitales, la velocidad de la producción; es decir cantidades entre unidad de tiempo, rendimientos por unidad de superficie, toneladas por hectárea, kilos de carne por novillo, huevos por gallina, litros de leche por vaca, automóviles por hora, toneladas por día, ventas por mes, metros de tela por minuto, rapidez en el transporte de mercancías y personas, entregas instantáneas, eficiencia, más y más eficiencia, dicen.

La cantidad importa más que la calidad, hay que producir más en menos tiempo, transformar más rápido las materias primas naturales que el sistema supone inagotables.

La vida queda también en esta fórmula imbuida , hay que prolongarla, que se viva más cantidad de tiempo, más años, no importa que sean con angustia, enfermedades, miedo, amenazas, aburrimiento, enfado, tensión y estrés; la calidad pasa a segundo término.  La calidad de vida solo es para ciertas élites que pueden gozar sus privilegios en clubes, spas, resors, casinos y paraísos artificiales que - al final- les dejaran tan vacíos como sus conciencias.

Medir al mundo, a la civilización, al trabajo, a la vida con cantidades, con volúmenes, con índices de competitividad, es renunciar a ver al ser humano de frente.

Calidad de vida no es consumir más, viajar más, embriagarse más, comer más, hacer más; calidad de vida es mejorar nuestra salud física y mental, sin cargas estresantes, sin presiones abrumadoras, sin compromisos impuestos por agentes exteriores sin el consentimiento expreso de nuestra voluntad, sin amenazas, sin embargos, sin cárceles, sin manicomios, ni armas,  ni balazos , ni guerras.


Ahí empieza la calidad de vida, sin paz no hay mejora y la civilización progresa con el terrible lastre de la competencia por crecer para defender lo que ya está perdido: la felicidad, que espera quizá no en vano, su rescate.        

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