AGUAS TURBIAS
La sociedad está inundada de agua turbia, mezcla de fango y agua clara, de
lodo con agua cristalina y pura. Difícil es distinguir una y otra en esta
difusa mixtura. ¿Dónde se halla la pureza y dónde la inmundicia?
Los disfraces, las caretas y los antifaces equivocan la percepción exacta
de lo que vemos, el engaño y la verdad se abrazan, no por voluntad de la
segunda, sino por vocación perversa del primero.
Las noticias trascendentes llegan sesgadas, mutiladas, oblicuas, inclinadas
con respecto a la veracidad de la rectitud objetiva, envenenadas con cantos
sirenaicos, con espectáculos adormecedores de la conciencia crítica reflexiva.
Creer o no creer, fe o escepticismo, confianza o duda, sinceridad o
hipocresía; fanfarrones y charlatanes se entrevistan, traidores y entreguistas
actúan frente a las cámaras fingiendo honestidad, los malos se uniforman de
santos, los infames de redentores, los ladrones de policías, los pillos de
políticos, los asesinos de jurados, los locos de psiquiatras, los mentirosos de
sinceros.
Las palabras se adornan con acentos pretenciosos, las frases discurren
entre ríos turbulentos que golpean las conciencias ya apagadas, saciadas,
hartas, decepcionadas, angustiadas.
Las redes sumergidas en esas aguas turbias, todavía intentan pescar el
alimento para las almas perdidas en el
torbellino de las lenguas, no pierden la esperanza de la transparencia
despejada.
Las opiniones se estrellan impulsadas por las fuentes, unas reniegan, otras
apoyan, el habla de unos contagia a otros, las interpretaciones no permiten
escuchar lo dicho, se adelantan, suponen y el fin está cumplido.
Las conclusiones son vagas, todo está tergiversado, los apasionados se
aferran, los leguleyos cobran sus emolumentos por aflojar la lengua.
Las aguas turbias han dejado el lodo embarrado en los cerebros que,
convencidos, alzan la mano agradecidos y sonriendo.
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