Le daba
miedo pensar, dejar la mente vagar por los túneles de la inconsciencia, temía
perderse por aquellos insólitos laberintos donde el caos reina; cada vez que
prendía una hoguera con los leños de su rica imaginación, aparecían escenas catastróficas,
hecatombes espantosas o fenómenos infrahumanos que destilaban pánico.
Podía
intempestivamente enfrentarse con tétricos espectáculos que le producían
escalofríos, cuevas donde las sombras escondían sus carcajadas o sus llantos;
también irrumpían monstruos de indescriptibles dimensiones y estrujantes formas,
que le amenazaban con sus tentáculos nauseabundos.
Entonces
recurría a la consciencia donde se refugiaba para salvarse de tan patéticas
pesadillas, se incorporaba, enjuagaba su rostro, trataba de convencerse de la
sencilla y simple realidad de las horas despiertas, donde intentaba mantenerse
hasta que la fatiga lo vencía; después cabeceaba, dormitaba y volvía a caer en aquellos abismos en los
que las muecas avernales, le mostraban sus repugnantes colmillos y sus bípedas
lenguas de fuego.
Lúgubres
cavernas lo chupaban, espeluznantes reptiles lo hipnotizaban con penetrantes
miradas, lo sacudían, lo enviaban a las zonas prohibidas en las que la demencia
sentaba sus reales.
Pataleaba,
cabeceaba, se retorcía como un reo arrastrado al suplicio, al cadalso donde
sería sometido a los más abyectos tormentos.
Mientras más resistencia oponía y
con más vehemencia cerraba los ojos, con mayor nitidez llegaban las funestas
premoniciones, las más repulsivas
profecías, las más tremendas corazonadas, las pérdidas más dolorosas, los
presagios más horrendos.
Empapado
regresaba de aquellas negras alucinaciones, temblaba entre las sábanas y
almohadas mojadas por sus jugos, no
queriendo recordar nada en absoluto de lo sentido en esas tortuosas noches.
Durante
la vigilia esos acontecimientos, que rechazaba con ardoroso fervor, se iban
sucediendo uno tras otro en el mismo orden en que los había presentido.
Quería
conjurar aquellos presagios y solo lo conseguía, cuando era capaz de traerlos a
su consciencia antes que en la realidad sucedieran, los atrapaba y los borraba
del destino, solo así recobraba la cordura.
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