ZANCADILLAS MENTALES
¿Por
qué se ahuyenta ese recuerdo cuando precisamente lo evoco? ¿Dónde se oculta? Lo
llamo una y otra vez y entonces aún más se aleja.
Brinca
después, para sumergirse en un pantano, sin dejar siquiera una burbuja como
huella, escapa del puño de mi mente, para soslayarse tras la bruma impenetrable
del olvido, ni un rastro siquiera deja.
Inútil
intentar su rescate, huye como una liebre en el desierto, desparece como un
colibrí en la floresta.
Me
traiciona la memoria, borra de la pizarra aquel trazo, aquel dato, aquel
nombre, aquel enlace; es otra zancadilla inconsciente que me hace caer, que me
impide lucidez y claridad; tropieza mi cerebro con los enredos del laberinto,
donde no hay ancla para afianzar la barca que se mece a la deriva, se va esa
brillante idea por esos recónditos lugares donde se agazapa desaparecido.
Paciencia
-me digo-, ya irrumpirá cuando me descuide, cuando este distraído, cuando ya no
lo necesite y esté en otros menesteres; aparecerá impávido y con sorna me dirá:
¡aquí estaba! - ¿ya para qué? – pienso;
pero si por casualidad tengo a la mano una pluma, lo atrapo, lo detengo, lo amarro, lo anclo, lo sujeto en
cualquier pedazo de papel y aunque intente escapar, lo jalo con el cordón de
tinta, ya desnudo y lo encarcelo en cualquier texto.
Para
que nadie le preste atención, para nadie nunca jamás lo lea.
No
sé cómo hago para ocultarme los anteojos, la dentadura, la cartera o las
llaves; pongo las cosas en los sitios más inverosímiles e inimaginables, parece
que lo hiciera adrede o estuviera jugando a las albricias, a las adivinanzas o
al rompecabezas conmigo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario