RESONANCIA
UNIVERSAL
Explicas
todo, los efectos deben tener causas, los silogismos socráticos pululan en tu
inteligente cerebro, lleno de coherencia, pero siempre se estrella con la roca
impenetrable del misterio.
Todo
tiene que embonar, que ajustarse a la razón pitagórica, a los principios
euclidianos, deben cuadrar con las igualdades y con los teoremas demostrados
científicamente, la claridad cartesiana necesita prevalecer; la intuición, las
corazonadas, las premoniciones, las apariciones, las revelaciones quedan
descartadas; charlatanerías y fruslerías carecen de valor, solo los cálculos
newtonianos, únicamente las verdades “absolutas” de la relatividad y los
quantos planckianos, cumplen con la seriedad que reclama la realidad.
El
pasado lo interpretan los historiadores,
desde Herodoto y Homero hasta Toynbee y Meyer; todo debe satisfacer la
curiosidad del estudioso, debes
aproximarte indagando, escombrando, investigando entre un inmenso torbellino de
información, de hipótesis, de conjeturas.
El motor
del comportamiento humano, ese instinto vital de conservación de la propia
existencia y de la especie: el hambre y el deseo, los pilares de la actuación
del hombre. Nuestras formas y
funcionamiento están ordenados por la codificación genética que hereda
generación tras generación, nuestra especie homínida. Impulsos inconscientes
instruidos por la mano invisible de los cromosomas, mágicos mensajes que te
obligan, sin pedir consentimiento.
Tal vez
esa explicación que busques, está más cerca de lo que crees, quizá ya la
rebasaste y no te diste cuenta, porque es tan volátil como un momento
repentino.
Hallas
sin buscar, encuentras sin pedir, descubres sin investigar; solo observas,
concentras atención donde sientes una prístina luz que ilumine el sendero, la
revelación solo se abre a ti, cuando tu espíritu está en paz.
No
induces, no ves a través a través de estructuras caleidoscópicas, no miras
mediante esquemas preconcebidos, no observas por distorsionados y aberrantes
preceptos.
Callas
la mente, silencias el alma, serenas el espíritu, borras la pizarra de sujetos,
predicados y garabatos. Tiras por la ventana la lógica, la dejas caer al río,
que se la lleve la corriente, ahora te estorba, ya la traerá de regreso el
viento de la tarde.
Sobran
las explicaciones, son el ancla que te arraiga, que te impide eludir el juicio
de los tribunales donde se dictan las sentencias razonables.
Deja en
paz las pruebas, esconde los parcos conocimientos bajo la alfombra, no intentes
entender, no trates de comprender, será inútil; cualquier interpretación será
anodina. Acalla el interno parloteo insulso, desconecta por muchos instantes la
memoria con sus ansiedades, así la
resonancia del universo hara eco en ti.
Fantastic!
ResponderEliminar