MALA
FAMA
¿Qué había
hecho, de qué le acusaban, de qué lo culpaban, por qué lo perseguían como a una
fiera rabiosa?- Todos en el pueblo se lo preguntaban.
-¡Ya lo
aprehendieron! Empezaba el rumor, pronto se apagaba, no era él, ¡falsa alarma!-
-¡Bueno!- relinchaban
en las cantinas: si ya lo espiaban noche y día ¿Cómo se les fue?-
En los
congales de la zona se comentaba entre las doncellas -¿Quién es él? A la mejor lo conozco y sin saber me
entregado a sus obscenidades- reía alegre la Magdalena-
-Que lo atrapen
y me lo traigan- cantaba con burla la Celestina, la ramera más famosa de la
zona.
-¿Dónde
andará? – Se decían en secreto las meseras de los antros- Ofrecen recompensa a
quien lo delate - rugían los taxistas.
- ¡Allá va!-
señalaban los transeúntes y se encendían en balde las sirenas de patrullas y
julias por las calles, derrapando en las esquinas, pero fracasaban en su
intento de captura.
A una joven
taibolera de no malos bigotes, la
obligaron a confesar mediante tortura, soltó la verdad, nunca fue su amante, ni
siquiera lo conocía, a los siete días la dejaron salir del reclusorio.
-Algún día
le daremos alcance- bramaba el Gobernador, el padre desde el púlpito rogaba a
gritos a Dios, que lo perdonara, que tuviera compasión de aquella descarriada
alma.
-¡Misericordia!
– al unísono se escuchaban las voces de los coros de catedral, todas las
ancianas rosario en mano repetían una y mil veces la letanía, se golpeaban el
pecho con infinita devoción y lágrimas maternales de sus espantados ojos
chorreaban.
Yo tumbado
en esta fosa, acabando mi último temblor me pregunté: Pues -¿qué hice? Nunca lo
sabré, soy solo ya un cadáver.
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