No encajo ya
en esta época, tiempo de transición como siempre, en el que casi todo me es
ajeno, la magia de antaño ha sido suplantada por la revolución tecnológica, los
brujos por los celulares, las leyendas por las tabletas, los conjuros por el
lenguaje cibernético, los brebajes por la Pepsi, los talismanes por los androides,
los fetiches por las marcas, los disfraces por el tatuaje, los corridos por el
regué y así este milenio me parece extraño.
Ya no hay
adivinanzas ni crucigramas, los niños no juegan canicas ni balero, adiós al
trompo, a las escondidas, ya ni encantados y menos la víbora de la mar; antaño
nos agarrábamos a parque, liga o ligazo, ahora jugar gocha; los videojuegos han invadido su atención por
completo, todo se reduce a la pantalla de los dispositivos electrónicos que se
multiplican como plaga; la letra palmer pasó a la prehistoria, hoy solo saben
pulsar teclas, en los exámenes no se desarrollan temas, en la actualidad se
seleccionan opciones, no más películas de los vaqueros del oeste, ahora solo transformers
y robots; las artistas tan hermosas de antaño hoy son chicas en Cuernavaca; en
el lenguaje, lo a todo mecate hoy es chido; las tortas de Goyo son hamburguesas
de Mc. Donalds, las aguas de fruta son Fantas, la nata de antes hoy es yogurt,
el chicle Canbuble hoy es Trident, la ropa Rinbros se llama Fruit & Loom. Las muchachas hoy son las chicas y entre ellas se dicen buey.
Las nuevas
generaciones invaden todos los territorios ofrecidos por las corporaciones
trasnacionales que las absorben enteras, las obligan a acoplarse a sus modelos;
los libros fueron relegados en los armarios, ahora reinan las Lap Tops, los
cines se llaman salas, los paseos tours; todos quieren hablar inglés, imitar a
los gringos, consumir como ellos, ser del primer mundo o al menos aparentar
serlo.
No cabe duda
que soy de la primera mitad del siglo XX del Milenio que se fue y no me hallo,
como decían las rancheras al llegar a la ciudad.
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