LA RUEDA DE LA
FORTUNA
Hubiese querido que su vida fuera una planicie interminable
y no los acantilados y precipicios por los que había atravesado su camino.
Se había elevado extendiendo sus alas hasta la cúspide de la
gloria, para luego caer a los abismos del infierno; intermitente subía y bajaba
entre los avatares del destino; cuando ya acariciaba su realización triunfal,
se desplomaba a las profundidades de la desesperación.
Alternaba los extremos, a veces se revolcaba en la más
inmunda de las cloacas para renacer en los palacios exuberantes y los banquetes
exquisitos de las cortes de príncipes y reyes; se había reído con alegría
inusitada para luego llorar las pérdidas que le dejaban asolado.
Bajaba y subía a una velocidad impredecible, siempre agitado,
apurado, presionado, nervioso; buscaba con ansia serenarse como fuera y con lo
que fuera; conservar una media para no padecer esos saltos tan contrastantes.
Cuando la fortuna le sonreía, pensaba que era para siempre,
entonces se volvía altanero, arrogante y presumido; pero después la suerte le
cambiaba la vida para rendirlo y humillarlo, así se transformaba y parecía
sencillo, amable, modesto, recatado y comprensivo.
Sin embargo el caprichoso destino lo regresaba a la palestra
de la importancia, el dinero a raudales lo convertía de nuevo en un odioso
ricachón y repetía las mismas andanzas de petulancia, ambición y soberbia; ahí
se anclaba su avaricia y voracidad; pero la vida como una tómbola da vueltas y
las sombras no tardaban en atraparlo, llegaban las desgracias eslabonadas
prendiéndolo del cogote para arrojarlo a la miseria y automáticamente cambiaba
su vanidosa personalidad en bondadosa humildad.
No aprendía las lecciones que el tiempo intentaba enseñarle;
- ¿Por qué? – Se preguntaba- ¿No puedo lograr estabilidad en la opulencia, por
qué mi dependencia de los bienes materiales? La próxima vez que me llegue la
bonanza, seré como siempre he sido cuando la desgracia me abraza.
Así se quedó esperando por el resto de sus días, lleno de
deudas, de demandas, de insultos, de desprecios, por eso se ahorcó en la rama
de ese abedul, ese que se ve allá lejos.
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