LA
RAZÓN PURA
En la
compleja relación entre los seres humanos surgen de manera continua
desavenencias, conflictos y multitud de problemas de toda índole. Cada cabeza es un mundo, hay tantos puntos de
vista distintos como habitantes en el planeta; cada quien interpreta la
realidad desde su trinchera; tratándose de grupos y congregaciones ideológicas
sucede lo mismo, cada fracción se aferra su creencia, a su corriente religiosa;
lo que equivale a descalificar a las otras confesiones.
Durante la
convivencia, es normal e inevitable que haya roses y choques entre individuos,
grupos y sociedades; cada uno escudado en sus prejuicios, intentando imponer su
criterio, de acuerdo a sus canones parciales.
Los bandos
en conflicto tratarán cada cual de resolver la cuestión a su modo; los pueblos
y las naciones defenderán a capa y espada sus posiciones, las diferentes
religiones – inamovibles por convicciones heredadas de su tradición – no dan a
torcer su brazo, se niegan a renunciar a sus peculiares doctrinas dogmáticas.
En ese
tenor, no es posible llegar a un consenso, a un acuerdo armónico; dejando como
única alternativa: el encono y la violencia; la guerra y el terrorismo.
Solo existe
algo que es denominador común a los más disímbolos entendimientos humanos: La
razón, la lógica pura, la objetividad, la sensatez, el sentido común.
El
pensamiento libre de todo sometimiento a la sinrazón de lo reduccionista, como
los son los nacionalismos, las religiones, las ideologías; todo aquello que
aparta, que divide, que separa a los hombres.
La mirada
debe centrarse en el hombre nuevo, el universal, el preocupado y ocupado en la
salvaguarda del planeta, en el encuentro de la armonía a través de la razón sin
intervención de ningún sectarismo reduccionista.
El mundo
vigente corre aceleradamente hacia el colapso, solo la razón podrá salvarlo. El
capitalismo con todas sus instituciones y la religión con todos sus absurdos, son
enemigos mortales de la razón.
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