POBRES DIOSES
¿Qué sería de los dioses, sin los hombres?
Cuánta aburrición padecerían si no hubiera a quien amenazar,
a quien condenar, a quien exigir ciega fidelidad, a quien hacer promesas, a
quien hacer creer en milagros, a quien pedir cuentas de sus pecados, a quien
culpar, a quien prohibir el libre albedrio y la libertad de pensamiento.
Pobres dioses si no hubiese quien les sacrificara
holocaustos, si no hubiera quien les
rezara, les rogara, les implorara, les temiera y les agradeciera.
Pobres dioses si no hubiese quien creyera en ellos, si
solo hubiera rocas insensibles girando
en el espacio, obedeciendo ciegas a leyes físicas inquebrantables, si solo hubiese gases y explosiones
cósmicas produciéndose en el espacio sin fin.
Que tedio el de los dioses si solo existieran animales
salvajes, que en su inocencia, solo oyen las voces instintivas de su
naturaleza; no hubiese siquiera, quien
los maldijera, los olvidara o por éllos ¡asesinara!
Pobres dioses, teniéndose que contentar con monótonos movimientos
y reacciones automáticas elementales de protones, neutrones, electrones y demás
partículas subatómicas.
Nadie les rendiría culto, nunca hubiesen nacido los mitos,
jamás les hubieran construido ni altares, ni templos, ni sagrarios, ni
iglesias, ni catedrales donde les veneraran.
¿Qué sería de los hombres, sin los dioses?
¡Dichosos! Dijo el ateo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario