viernes, 8 de enero de 2016

POBRES DIOSES

POBRES  DIOSES
¿Qué sería de los dioses, sin los hombres?
Cuánta aburrición padecerían si no hubiera a quien amenazar, a quien condenar, a quien exigir ciega fidelidad, a quien hacer promesas, a quien hacer creer en milagros, a quien pedir cuentas de sus pecados, a quien culpar, a quien prohibir el libre albedrio y la libertad de pensamiento.
Pobres dioses si no hubiese quien les sacrificara holocaustos, si  no hubiera quien les rezara, les rogara, les implorara, les temiera y les agradeciera.
Pobres dioses si no hubiese quien creyera en ellos, si solo  hubiera rocas insensibles girando en el espacio, obedeciendo ciegas a leyes físicas  inquebrantables, si solo hubiese gases y explosiones cósmicas produciéndose en el espacio sin fin.
Que tedio el de los dioses si solo existieran animales salvajes, que en su inocencia, solo oyen las voces instintivas de su naturaleza;  no hubiese siquiera, quien los maldijera, los olvidara o por éllos ¡asesinara!
Pobres dioses, teniéndose que contentar con monótonos movimientos y reacciones automáticas elementales de protones, neutrones, electrones y demás partículas subatómicas.    
Nadie les rendiría culto, nunca hubiesen nacido los mitos, jamás les hubieran construido ni altares, ni templos, ni sagrarios, ni iglesias, ni catedrales donde  les veneraran.  

¿Qué sería de los hombres, sin los dioses?
                                                                               ¡Dichosos! Dijo el ateo.




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