EL PLANETA NINFTH
Mientras
atravesábamos el Anillo de Oort rezaba y me encomendaba a Dios para llegar
sanos y salvos a nuestro destino, nuestra nave intergaláctica viajaba a 12.780
años luz por hora, pronto arribaríamos a Ninfth, el planeta donde se celebraría
el congreso de mil mundos, convocado por la Confraternidad de las Divinidades
Cósmicas Eternas.
Yo solo soy
el vocero representante de nuestra Vía Láctea, hemos permanecido comunicados
con la Gerencia de Ninfth, planeta que visité en su pasada interglaciación que,
a decir verdad, me dejó un raro sabor de boca.
Los valores
de esa civilización siguen siendo para mí extraños, tal vez para ustedes
también, ya que algunos principios no solo son diferentes sino rígidamente
opuestos; por ejemplo, allá la mentira es cualidad muy valorada y respetada por
los ninfthenses, la pasan fabricando historias inverosímiles emanadas de su
fértil imaginación, sus fábulas no tienen límite, constantemente crean
fantasías que se concretan mágicamente en el acto, para luego desvanecerse al
cabo de un tiempo, dependiendo de la fuerza del autor.
Una de las
características que más me ha llamado la atención y además ha dejado atónitos a
todos los tripulantes de nuestra nave, es que cada ninfthense tiene un dios
particular, cada quien crea su propia deidad a imagen y semejanza de su
personal capricho, lo más enigmático es que el dios se concretiza,
materializándose con los atributos que el creyente le adjudica, quedando
formado de acuerdo al diseño de cada profeta.
Así los individuos
crean su dios personal de acuerdo a su preferencia y conveniencia, todos les
otorgan el máximo poder según fuerza de que se disponga, en consecuencia
existen dioses de todo tipo y tan numerosos como habitantes tiene Ninfth; hay
enormes dioses con orejas gigantes, otros ciegos, miopes, sordos; otros son
pequeños y lampiños, algunos toman forma de animal, con grandes colmillos y
largas colas; otras son diosas seductoras capaces de cautivar al más renuente
de los escépticos, las hay también diosas como brujas montadas en escobas que
cruzan el estrellado firmamento, manchado con las humaredas de los volcanes que
aún rugen.
Siempre les
ha parecido estrafalario que nosotros tengamos un solo dios, para ellos es
inconcebible. ¿Un dios general? No nos cabe en la cabeza, afirman y cuando se
les explicó que nuestro dios es de todo el universo incluyendo su planeta, se
echaron a reír, desde entonces no han parado.
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