CATRINA
Creí
verla en estado de vigilia, ahora sospecho que fue soñando, pasividad que suelo
saborear por las madrugadas de l invierno, cuando el clima arrecia.
Se
escabulló entre los pilotes, iba agachada, se cubría el rostro con su sombra,
tapaba su blanca y amplia sonrisa con un velo transparente, salpicado de lodo.
Reía en
silencio, sus ojos estaban circundados por dos arcos óseos de fantástica
herradura, veían profundo, escudriñaban hasta a las tripas.
Cerré
los ojos para despertar, luego me arrepentí, no se dio cuenta, tropezó entre
las tablas destellando un fulgor estrujante para quedarse inmóvil como una
estatua, los relámpagos intermitentes anunciaban tempestad.
Me
acerqué casi tambaleando, me detuve en las rejas, sus afiladas lanzas me hacían
trastabillar, había bebido demasiado ajenjo; la olí, su fuerte hedor se dejaba
sentir leguas a la redonda.
Vi la
silueta, ahí estaba tendida, envuelta en elegantes chales y misteriosos
rebosos, en medio de cuánticas radiaciones, temblaba, un hilo de sangre
escurría de su prognata quijada ¿estaba herida, enferma, agonizaba?
No, me
dijo, así soy, me complazco asustando a los timoratos, espantando a los
aferrados a este mundo ¿qué no saben que soy lo único eterno?
Su voz
parecía venir de no solo de otro mundo o de ultratumba, sino que retumbaba
entre las columnas de mármol que se erguían en el panteón, para luego
estancarse en mis oídos.
No
teman, muero en cada uno todas las noches, soy una dama respetable, donde
llego, todos se levantan a besarme los metatarsos, les incomoda que les vea
desde cuencas vacías, no resisten la mirada, rechazan mi amistad, rehúsan mi saludo,
¡como si no me conocieran!
Muchos nombres me han puesto: parca, calaca, huesuda, flaca; en realidad
cada uno de ustedes me lleva adentro, yo soy la Catrina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario