miércoles, 21 de enero de 2015

Catrina



CATRINA

Creí verla en estado de vigilia, ahora sospecho que fue soñando, pasividad que suelo saborear por las madrugadas de l invierno, cuando el clima arrecia.
Se escabulló entre los pilotes, iba agachada, se cubría el rostro con su sombra, tapaba su blanca y amplia sonrisa con un velo transparente, salpicado de lodo.
Reía en silencio, sus ojos estaban circundados por dos arcos óseos de fantástica herradura, veían profundo, escudriñaban hasta a las tripas.
Cerré los ojos para despertar, luego me arrepentí, no se dio cuenta, tropezó entre las tablas destellando un fulgor estrujante para quedarse inmóvil como una estatua, los relámpagos intermitentes anunciaban tempestad.
Me acerqué casi tambaleando, me detuve en las rejas, sus afiladas lanzas me hacían trastabillar, había bebido demasiado ajenjo; la olí, su fuerte hedor se dejaba sentir leguas a la redonda.
Vi la silueta, ahí estaba tendida, envuelta en elegantes chales y misteriosos rebosos, en medio de cuánticas radiaciones, temblaba, un hilo de sangre escurría de su prognata quijada ¿estaba herida, enferma, agonizaba?
No, me dijo, así soy, me complazco asustando a los timoratos, espantando a los aferrados a este mundo ¿qué no saben que soy lo único eterno?          
Su voz parecía venir de no solo de otro mundo o de ultratumba, sino que retumbaba entre las columnas de mármol que se erguían en el panteón, para luego estancarse en mis oídos.
No teman, muero en cada uno todas las noches, soy una dama respetable, donde llego, todos se levantan a besarme los metatarsos, les incomoda que les vea desde cuencas vacías, no resisten la mirada, rechazan mi amistad, rehúsan mi saludo, ¡como si no me conocieran!
Muchos nombres me han puesto: parca, calaca, huesuda, flaca; en realidad cada uno de ustedes me lleva adentro, yo soy la Catrina. 

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