jueves, 24 de octubre de 2013

Curiosidad necrológica



CURIOSIDAD


¿Cómo será mi muerte? – se preguntaba, siempre le había intrigado la cuestión ¿sería un suicidio, se pegaría un tiro en la sien, en la boca o en el corazón?

¿Buscaría envenenarse con la mordedura de un crótalo como Cleopatra, o se haría Hara Kirie como los samuráis del país del sol naciente, se lanzaría desde un puente o de un rasca-cielos, o simplemente dejaría de respirar en su lecho de muerte?

¿Quizá en accidente aéreo o automovilístico, donde él no era responsable, moriría ahogado en un naufragio fatal, lo atropellarían al cruzar, lo empujaría un enemigo al pozo o al paso de un tren, caería en la regadera desnucándose, se envenenaría comiendo tacos de cabeza en el mercado o lo asesinaría un narco?

¿Fallecería en un catre, en una camilla, en una ambulancia, en el quirófano,  en su alcoba, en un basurero tirado, en un hospital o en el asilo?

¿Quizá caería batido con un tiro de gracia después de la descarga de un pelotón de fusilamiento en un pueblo desconocido, en las quijadas de un tiburón triturado o en las fauces de un jaguar hambriento?  

¿Moriría de lepra, en alguna epidemia, confundido entre las ráfagas de metralla, como víctima de los daños colaterales en la disputa de los cárteles, de cáncer, de un infarto, de una embolia, de un paro, de una cruda, le estallaría el hígado o de un tremendo delirio?

¿Ahorcado, en la guillotina, con una inyección letal o en la silla eléctrica, lo cruzaría una flecha perdida, decapitado por un sable o hundido por traicioneros puñales?

¿Moriría de hambre, de risa, de miedo o de amor? En esto especulaba, cuando un dolor intenso le sacudió el esternón, se dobló sobre sus entrañas, emitió un último suspiro y ahí quedó.


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