LOS REBAÑOS
Me veía
desconcertado, a la deriva, abandonado a mi suerte, vulnerable en medio del
caos, en una crisis existencial, no sabía si ir para allá, venir para acá,
regresar, pararme o de plano tirarme a llorar.
Anonadadado deambulaba
entre parajes insólitos, bajo la sombra de gigantescas montañas, bajando por
hondonadas más que profundas, rodeando peñascos, recogiendo guijarros y
arrancando hierbas de la pradera, arriba el cielo se cernía sobre mí, el viento
me soplaba las mejillas y la luz del sol hería mis pupilas.
No había
camino, ni huellas que seguir, muchos señalamientos; eso sí, contradictorios,
algunos apuntaban para un sentido, otros al contrario.
De pronto
escuché el balido de las ovejas de un remoto rebaño que divisé en la lejanía,
una manada por fin –me dije – y me enfilé a su encuentro.
Pastaban inocentemente
unas junto a las otras las ovejas del rebaño, al estar entre ellas, me consolé
y cuando vi al pastor, mi corazón dio un vuelco de alegría, ¿a dónde las
llevas? – Le pregunté- al rastro – me contestó sonriendo.
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