LA HOGUERA
Corrían fuertes rumores acerca de que
ella había tenido dudas, no lo habían podido comprobar, sin embargo habían
visto que a la hora de rezar, se hincaba con una sola rodilla; eso les hacía
sospechar, por lo que debieron denunciarla con el santo papa, pues había
indicios de herejía en esa mujer.
Tal fue el caso, que el santo padre
encomendó a un grupo de cristianos, que vigilaran la conducta de aquella alma
en camino de perderse.
La espiaban en todo momento, en
complicidad con los familiares más cercanos, no la perdían de vista ni cuando
dormía; hubo noches completas en las que entre sueños no alababa el nombre de
Jesús ni una sola vez, fue ahí cuando la delataron con firmeza y saña ante los
tribunales de la iglesia.
El día que la arrestaron estaba en el
río, bañándose; mientras se enjabonaba el pelo, los emisarios se desplegaron
entre la hierba y los matorrales, observando como desnuda, se frotaba los
pechos y las piernas, con sensual cuidado.
Allí le cayeron - ¡Te cogimos in fraganti, con las manos en la masa! – Exclamó el santo
padre, al enterarse.
Cuando se persigna lo hace sin
convicción ni abnegada mirada al cielo, suplica a dios con poca vehemencia,-argumentaban
los inquisidores,- no pronuncia bien las plegarias,- insistían los obispos,-
cuando se confiesa, esconde una sonrisa burlona, -acusaba un cura-, a la hora
de comulgar no saca bien lengua.
- ¡A la hoguera! – Vociferó el santo father.
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