INTRASCENDENCIA
No quería pasar por la vida así nada más, quería dejar algo,
su huella, su obra, su recuerdo, un cambio significativo que lo refiriera y no
transcurrir como una hoja más al viento, no perderse en la confusión de la
historia inerte, deseaba dejar alguna constancia de su efímera existencia.
Buscaba que hablaran de él, ya fuese por motivos de
admiración o de desprecio, lo que no soportaba era perderse en el anonimato de
la mediocridad.
El tiempo corría a una velocidad que nunca imaginó en sus
años mozos, ahora su vida declinaba a pasaos agigantados y nada lo distinguía
del resto de mediocres, no era una celebridad, su nombre apenas aparecía en
viejas listas de raya y casi borrado en las actas el registro civil, el viento
de los años lo soplaba como un grano de polvo sin destino.
Hubiera merecido espléndidas biografías, una fama que
trascendiera océanos y continentes, siglos y milenios, agradecimiento de
pueblos y de importantes ministros, aplausos de autores y catedráticos,
comentarios de sus peripecias en cafés y auditorios, referencias de su estilo de
ser en los círculos intelectuales y académicos, estrofas de sus versos que se
repitieran en colegios y universidades y que su pensamiento fuera guía de
futuras civilizaciones.
Pero el tiempo se agotaba y ni una sola palabra, ni un rasgo
de su persona, ni una sola mención de su nombre ni de su efímera existencia
quedaba.
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