RENÉ (el sufridor)
Lo enseñaron a ser justo y noble, antes que en sí mismo tenía
que pensar en el otro, sacrificarse en beneficio del prójimo, a dar sin esperar
nada a cambio, respetar lo ajeno, perdonar las ofensas, los ataques y los
insultos, quitarse el pan de la boca para darla al semejante, tener siempre
presente a los demás; lo adiestraron a sufrir en silencio, a consolar al
dolido, a dar la mano al débil, a cobijar al desamparado, a escuchar el lamento
del oprimido, a curar la herida del enemigo, a ser hospitalario con el huérfano,
a dar posada al peregrino, a poner la otra mejilla.
Con el paso de los años se convirtió en víctima de los
abusadores a quien había dado tantas concesiones, lo encontré tirado en un
charco de sangre y con una daga clavada en el costado, ya agonizando apenas
pude escuchar cuando a mi pregunta ¿qué te pasó? Me respondió:
Por seguir las enseñanzas de mis consejeros y al poner en
práctica sus recomendaciones sucedió que: Cualquier mentiroso tomaba de mí
ventaja, cualquier traidor me sorprendía por la espalda, cualquier cobarde me
derrotaba, cualquier ladrón me robaba, cualquier tramposo me estafaba,
cualquier vendedor me engañaba; a todos creía, a todos respetaba, a todos
amaba.
Abrí las puertas de mi casa y de ella se apoderaron, a
patadas me echaron, les di mi comida y me dejaron en el hambre, les cobijé del
frío y me arrojaron a la intemperie, escuché sus penas y cerraron sus oídos a
mis lágrimas, limpié sus yagas y me pagaron con palos, les abracé con
sinceridad y me tacharon de insolente, recé por ellos y me encerraron en la
cárcel y por último intenté explicarles y me dieron esta puñalada de castigo.
Ya no quise levantarlo y llevarlo a un hospital, pensé que
con su viacrucis tenía suficiente, me acordé de Justine, pude medio comprender
su masoquismo natural.
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