LA POBREZA
La
cantidad de pobres sigue en aumento en este patético país, la pobreza es vista
en algunos círculos como una terrible y
peligrosa enfermedad contra la que hay
que vacunarse, haciendo hasta lo imposible para no caer en esta especie de
epidemia que en México, va ganando terreno día con día.
Pero la
pobreza es generada, fomentada y estimulada por el sistema económico en
complicidad con la clase política que se nutre de poder gracias a ella. Para el
sistema económico es conveniente tener una enorme oferta de mano de obra, así
los salarios se mantendrán muy bajos, rosando el nivel mínimo de
subsistencia. Con una baja demanda de
trabajadores gracias a la automatización, se logra tener excelentes utilidades
para los accionistas de las empresas.
La
pobreza brinda muchos beneficios al sistema político que llaman: “Democracia”
pues las personas en estado de pauperización, no tienen como llevar alimento a
su familia y entonces se ven en la necesidad de hacer “cualquier” cosa para
satisfacer sus más indispensables necesidades, así pueden ser fácilmente
reclutadas ya sea por las distintas fuerzas armadas gubernamentales, por el
crimen organizado o delinquir por cuenta propia.
Al
gobierno le preocupa en gran medida la opinión pública, especialmente la
internacional, por lo que debe guardar las apariencias de tener un régimen
político que aparente democracia, para lo cual surte a las clases marginadas de
flamantes credenciales de última generación con fotografía para votar, en cada
campaña electoral, comprando su voluntad ya sea con monedero electrónico,
canastas alimenticias, bultos de
cemento, láminas o en efectivo; con esto será suficiente para el periódico
acarreo, donde los candidatos desfilarán en las comunidades recibiendo
aplausos, confeti, serpentinas y flores.
La
pobreza conviene a los partidos políticos,
así reúnen el voto duro tan necesario para comprobar favorables resultados o conservar su registro
y así gozar del benéfico presupuesto para sus dirigentes. A la pobreza va unida la ignorancia, la
desnutrición, la enfermedad, la exposición a las inclemencias del tiempo, el
vicio, la vagancia, la emigración, el crimen, el rompimiento del núcleo
familiar, la desesperanza, el abandono y hasta el suicidio.
Los
gobiernos dicen combatir la pobreza, los discursos están llenos de buenas
intenciones para acabar con este flagelo, pero en los hechos reales la fomentan,
sin ser capaces de reconocerlo, aunque las cifras hablan.
Gritan a
voz en cuello que gracias a las reformas impulsadas por la federación, se van a
generar millones de empleos de clase mundial, pero de facto las empresas
trasnacionales que llegan a instalarse en nuestro territorio, gozan de toda
clase de facilidades fiscales, laborales y jurídicas y los empleos que ofrecen
son pocos y los de más baja categoría en la industria.
Los
negocios que más trabajadores emplean son los pequeños y medianos, mismos que
apenas sobreviven en los mercados saturados por las importaciones permitidas
por el TLC y susceptibles de ser desplazados por las sucursales de las grandes
empresas internacionales. El aumento del
producto interno bruto (PIB) no abate la pobreza, como apuntan los voceros
oficiales del sistema, los beneficios del incremento de este índice, van
directo a los bolsillos de quienes ya tienen de sobra, la creación bruta de
riqueza regresa al capital, dejando solo migajas en su camino.
La
función del estado tiene que ser equilibrar estos pesos, estas fuerzas tan
asimétricas, en las que la inercia económica por gravedad fortalece más al
fuerte y debilita más al endeble. Para conseguir una mejor distribución del
ingreso y una mejora sustancial en la calidad de vida de más de cincuenta
millones de mexicanos, tenemos que incidir en varios frentes simultánea e
inmediatamente: Crear una cultura de respeto a la justicia, ir seriamente
contra la impunidad y la corrupción que nos ahoga desde la cúspide del poder,
nivelar las cargas fiscales, gravando en saludable proporción las enormes
utilidades de las grandes empresas, fomentar la creación de pequeños talleres
familiares para la fabricación de artículos de uso interno y protegerlos de las
importaciones, estimular la agricultura familiar con huertos e invernaderos
productores de vegetales, verduras y frutas. Generar campañas y dar apoyos para
la producción de alimentos para la población más marginada, impedir que se
sigan destruyendo los activos del país en aras de beneficiar a las inversiones
extranjeras; educar, capacitar y
entrenar a las clases más desprotegidas en actividades productivas viables,
para que logren satisfacer sus más urgentes necesidades.
Si la
democracia es el gobierno de las mayorías y la mayoría de mexicanos está en
pobreza extrema, son los pobres quienes tendrán que ser la fuerza política de
México y no los archimillonarios, quienes hasta hoy han sido los únicos
beneficiarios del sistema.
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