EDUCACIÓN
La
educación tiene diversas caras, dependiendo del punto de vista: Para el
sistema (producto de las fuerzas
económico- políticas en marcha) es la
manera de diseñar a los hombres que el futuro necesita para continuar medrando,
para acentuar las condiciones que han favorecido al poder, mismo que requiere:
personas dóciles, manipulables, domadas, domesticadas y resignadas; en otras palabras:
obedientes y robotizadas.
Para los
alumnos, tanto niños como adolescentes la escuela es un castigo, basta observar
sus caras de enfado sobre los pupitres de los salones de clase y su resistencia y repudio a las instituciones al
acabar las vacaciones, para los maestros no es mejor; la escuela es una especie
de prisión a la que se ven recluidos la mayor parte de su tiempo, ahí son
sometidos a tediosas imposiciones, a ser reprimidos en sus más claras
espontaneidades, ahí se encargan de inhibir su creatividad, ahí se destruye su
ingenio.
Se les domestica para servir al sistema
político económico que habrá de absorberlos y exprimirlos cuando cumplan los
requisitos exigidos en su reclutamiento y selección. Sin escatimar crueldad, la
reforma propone escuelas de “tiempo completo” es decir, más horas de represión,
dentro de los recintos escolares, más
tiempo a su condena.
Los
maestros están en una encrucijada, algunos hay a favor del tradicional sistema
represor que premia y castiga al alumno, dependiendo de su docilidad; los hay
también con ideas pedagógicas avanzadas que permiten que la propia y natural
curiosidad del alumno se despliegue, que fomentan con inteligentes técnicas,
que el pupilo encuentre su propia preferencia en las materias de su genuino
interés. Pero aquí se da la disidencia magisterial, el gobierno quiere engranes
para la maquinaria productiva y no
sujetos críticos y pensantes, por ello la insidiosa reforma.
Es
absurdo pretender homogeneizar al alumnado, querer estandarizarlo, ya que cada
individuo es único y sus capacidades son singulares. La reforma que necesita la educación tiene
que ser hecha con la participación activa del alumno como vector central, nunca
diseñada desde el escritorio político de la burocracia inepta por antonomasia,
se debe descartar la memorización mecánica y ser substituida por la reflexión y
curiosidad natural del niño, hacer de la estancia en las aulas una experiencia
divertida e interesante para cada pupilo, el maestro un guía que oriente a que
el alumno, por sí mismo, encuentre respuestas a sus propias interrogantes.
La
reforma tiene que descartar la competencia entre los niños y ser sustituida por
la cooperación entre ellos, buscar que cada alumno descubra sus potencialidades
y facilitar que las desarrolle.
Pero el
subsistema operado por títeres que fueron a su vez educados represivamente, es
incapaz de abrirse a nuevas y frescas opciones, los políticos encargados de la
educación son marionetas sumisas manejadas por los hilos del poder, que
necesita para perpetuarse, máquinas humanas que trabajen y consuman en
resignado silencio.
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