jueves, 3 de febrero de 2022

EL PRECIO DE LA PAZ


EL  PRECIO  DE  LA  PAZ

¿Quién Después de ser rescatado de la fatalidad repela? Habrá que estar de plácemes con el azar, la fortuna o el destino ¡agradecer no cuesta nada!

Cuando el infortunio, lleno de sufrimientos, penas y desengaños ha pasado y nos guarecemos en una playa, bajo la bondadosa sombra de una palmera, para beber generosamente de prístino manantial, en medio de este placentero sosiego, llega esa tranquilidad que refresca el cuerpo, la mente y el alma.

Desaparecen así los rencores, los odios, los resentimientos y el perdón nace del pecho para difundirse a todos los rincones del ser.

La vida jamás ha sido fácil para nadie, desde que es disparado ese espermatozoide, empieza la lucha por la fecundación, por la sobrevivencia, por trascender; de ahí en adelante no para el esfuerzo del embrión para romper la obstrucción que la adversidad le opone, aún no presiente que acabará sucumbiendo a la vuelta del tiempo ante la siempre eterna muerte.

Una y otra vez el peligro insiste, el riesgo disminuye y aumenta a intermitente ritmo, cuando tenemos la soga al cuello, cuando ha caído el diluvio sobre nuestra choza, cuando nos arrastra desbocada la yegua indómita, cuando el astado ha encajado el cuerno en nuestro vientre, a la hora en que vamos acelerados cayendo hacia el fondo del abismo, allí cuando no hay más aire en los tanques del aqualón y el espejo del agua sobre nosotros aparece como un lejano y cristalino firmamento.

Cuando nos quedamos petrificados frente a las mandíbulas rugientes del león, azorados ante las abiertas quijadas del saurio, perplejos por el sonar del cascabel  del crótalo, paralizados contra la suculenta mirada del gigantesco escualo, cuando nos apunta el cañón tembloroso del arma del asaltante o las piernas nos tiemblan donde la piel nos anuncia que, un puñal ha rasgado nuestras vestiduras antes de penetrar nuestras carnes, ahí cuando el veneno de aquella pócima infernal empieza hacer efecto en las entrañas y no hallamos el antídoto bendito.

En los momentos en que oímos el silbato de la locomotora que acerca por la vía sus vagones, mientras intentamos de nuevo la marcha del vehículo atorado entre el fierro; cuando vamos dando volteretas sobre el pavimento con rumbo a las rocas o salimos del asfalto hacia el abismo, cuando la tierra tiembla y se sacude el techo como si fuera de tela ese concreto que tan sólido parece y las paredes se mecen como si fueran de papel.

Ahí a la hora del Tsunami donde las olas cubren los rascacielos, la tromba desatada dobla los más fuertes robles y gruesos encinos, en ese momento cuando revientan las cortinas de las presas, cuando el torbellino indomable del tornado eleva autos y tractores por los cielos, cuando el avión donde volamos se sacude estrepitosamente,  allí donde la enfermedad produce terribles dolores y nos flagela con los más indescriptibles sufrimientos.............. 

Entonces súbitamente ¡Cesa todo y empieza la calma! ese silencio confortable que nos devuelve la vida, la armonía parece desparramarse encima nuestro, la concordia establecerse; solo entonces valoramos la tranquilidad recuperada y una tímida felicidad asoma discreta en el corazón su sonrisa, para empezar de nuevo el desafío; porque no se sabe lo que se tiene, hasta que se le ve perdido.            

 

 

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