jueves, 18 de febrero de 2021

CRUX

 

CRUX

En esa religión, ser feliz es el peor de los pecados, imperdonable para los infieles, la felicidad es irresistible para los débiles de carácter, más no para aquellos que se mantienen puros abrazando la fe.

La alegría la califican como impudicia, la sonrisa como majadería, la risa como maldición, el placer como vergüenza, la carcajada como el colmo del delito; cualquier actividad dirigida a disfrutar de la vida es condenada.

Todos tienen que estar acongojados, meditabundos, cabizbajos y tristes; tal como debe ser, tal como dios manda; obligados a ser agachados por sus culpas, arrepentidos por sus faltas, compungidos por sus actos, denigrados por sus excesos, arrastrando sus penas como lo ordenan los cánones de la iglesia.

No queda más que rezar, ahí está el recurso de la oración y la plegaria, también el sacrificio y la penitencia, peregrinaciones, mandas, cánticos, alabanzas, bendiciones, rosarios, salmos, letanías, persignaciones, genuflexiones y golpes de pecho demostrando resignación en el rostro.

Las lágrimas son bienvenidas, el llanto abundante buena señal, el grito de dolor una perla, aquí se ha venido a padecer, a sufrir y al que dude, un castigo eterno le aguarda en el infierno, amenazan los sacerdotes.

A pesar y por todo ello, los templos se atiborran de feligreses, los fieles creyentes hacen fila para entregar limosnas y diezmos, todos imploran perdón para salvarse.  Y ¡ay! De aquél que siquiera se atreva a vacilar de la doctrina.

              

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