LA SOBRA
Luego de
descuartizado, voraces carroñeros empezaron a arrebatarse el
contenido de aquel infeliz.
-Me quedo
con el alma gritó el más viejo, ya llevo su inconsciente gruñó el flaco, yo
tengo su memoria sonrió el loco; me adueño de su espíritu, rugió un rufián;
para mí su consciencia y se la llevó entre las patas el carnicero; yo sus
viseras, dijo un comerciante; el esqueleto para mí, escupió la enfermera; yo
aparto la calavera aulló el vecino; déjenme algo, vomitó su compañero, toma su
mente y haz con ella lo que quieras, cantó el gordo.
Nada quedó
de aquel cadáver en el salón de autopsias clandestinas, salvo la sangre
coagulada que había salpicado las paredes del tétrico recinto.
-¿Quién fue
este sujeto? Preguntó el Director del nosocomio. Era un delincuente, acaso un
migrante indocumentado o quizá un menesteroso.
-Era un
desconocido, un excluido, nadie lo reclamará, no era nadie, era alguien que
sobraba, replicó al asistente.
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