viernes, 17 de enero de 2020

INSOMNIO




Con la fatiga de un día más se instaló bajo las cobijas para sumergirse en la inconsciencia reparadora de un feliz sueño, pero su consciencia encendida no lograba desconectarse de ciertos hechos recién acecidos, acontecimientos intrascendentes a la luz de la razón; no obstante esas pequeñeces lo asaltaban privándolo del descanso que tanto anhelaba.
Ya no quiso saber nada, esas insulsas imágenes lo atormentaban, inútil era borrarlas, aparecían con más ahínco cuando dando vueltas en la cama las intentaba desdibujar.  Esas escenas le atormentaban, quería apagar esas figuras que con insistencia inexplicable irrumpían su paz interior.
Luchó ardua y tenazmente contra el insomnio que lo invadía, pero en balde, era como querer apagar un incendio con un gotero. La mente lo traicionaba, en vez de comportarse como aliada lo hacía como enemiga, llegó a suplicarle en medio de la negrura y el silencio de la noche, se imaginaba postrado rogando suspender aquellas escenas que había prohibido reproducir, pero su mente continuaba torturando con el mismo flagelo una y mil veces.
Preocupaciones inicuas, pueriles, insensatas, estériles pero que lo tenían cercado, preso de su recurrencia impúdica, sacudía su cabeza en el afán de espantar aquellas ocurrencias descabelladas pero rebotaban regresando con mayor insidia.  Aparecía derrotado, perdía todo, intentaba nuevos ángulos, otras perspectivas, pero su mente no cedía sus ruegos.
Aquello no debió ocurrir, lo sabía, pero no había remedio, nada ya podía cambiar, sin embargo su mente se lo embarraba en el rostro con saña inaudita. Lo que pasó no era su culpa, hubiese querido que las cosas fuesen distintas, ya ningún arrepentimiento valía, el ayer había sido así y no había otro.
Su mente esa noche fue implacable, la noche se hizo casi eterna, no fue sino hasta el alba cuando se incorporó y de un baño de agua fría logró desbaratar aquel insomnio.     

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