viernes, 30 de marzo de 2018

LA FE


LA FE

Ellos creen en determinados dioses, se encomiendan a los santos, los más a las vírgenes; traen escapularios, hábitos, veladoras encendidas, talismanes, rosarios, cruces, medallas o la biblia bajo el brazo; se ven satisfechos, confiados en que las tales deidades vendrán en su auxilio mediante plegarias, sacrificios y los ritos que mande su liturgia.
Dejémoslos en paz, que gocen y disfruten de ese espejismo amoroso que compensa los sufrimientos; por qué decirles que se equivocan, que la fe es irracional cuando tiene efectos positivos en su ánimo, en su vida, en su salud y en su mente.
Benditos aquellos inocentes que creen a ciegas lo que pregonan desde el púlpito sus pastores; no les quitemos sus candorosas ilusiones que los mantienen sonriendo, en medio de este valle de lágrimas.
¿Quién se siente con derecho a sacudir a un piadoso y fiel creyente que, con dulzura, ofrece flores a María Santísima, o a ese que se hinca con una penca de nopal en cada rodilla para ganar los favores del Sagrado Corazón de Jesús, o del que quema incienso en honor de Jehová para calmar su ira, o del que acude a la Meca a rendir pleitesía al profeta Mahoma, o del se inclina ante Belcebú?
La fe, soporte para la adversidad cruzar con alegría, para aguantar estoicos el dolor, para encarar con dulzura el malestar, para encontrar sentido a la existencia, para aceptar los designios del destino.
¿Quién se siente con el deber de arrancar la venda de los ojos de los piadosos, de arrebatarles su candor?           

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