viernes, 30 de marzo de 2018

DESFILE EN EL NOSOCOMIO


DESFILE EN EL NOSOCOMIO

La fila de pacientes y ancianos se extiende a lo largo de la espera que no avanza, muletas de todos tamaños, bastones de una, dos y cuatro patas, sillas de ruedas y camillas transitando apresuradas, abriéndose paso la broza de paramédicos y enfermeras que pasan como esperanzas perdidas entre quejas y lamentos de los derecho habientes.  Algunos se arrastran con rostros desencajados y ojos llorosos por los pasillos, jorobados, cojos, tuertos, sordos, chimuelos y ciegos parecen petrificados en un cuadro de horror.
Los gimoteos que se dejan oír invaden el ambiente clínico con humor de enfermo, las arrugas se zangolotean en cada esfuerzo, las respiraciones semejan fuelles que permiten salir perniciosas emanaciones que envenenan toda la atmósfera de penurias, gases putrefactos se esparcen en silencio después de salir de los humanos drenajes.
Las caras de dolor expresan la pena de los años cargados de enormes sufrimientos, toses, carrasperas y estornudos son el lenguaje que se escucha en este purgatorio, donde se pagan los excesos de la vida, vida que se escapa por todos los orificios de estos decrépitos moribundos entre los que me encuentro, que llenos de miedo, se pasman atónitos de incertidumbre ante la inminente parca, a la que querrán evitar en los postreros estertores, poderoso instinto de afianzarse a lo conocido.
Menesterosos, pobres y ricos por igual se retuercen intentando escapar del destino que nos espera a todos al cabo del tiempo.      

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