DÉFICIT DE ATENCIÓN
Deambulaba
sin rumbo en aquellos valles desérticos cuando llegué al pueblo ya tarde, poco a poco me percaté del fenómeno,
nadie me escucha con atención; sí, oyen mis palabras, pero como si les entraran
por un lado y le salieran por el otro; no les interesa en lo más mínimo lo que
diga el otro; me adentré un poco más en el síndrome, cuando me di cuenta que
entre ellos tampoco se escuchan, cada quien habla pero nadie atiende.
En el pueblo
todos los aldeanos argumentan sus respectivas observaciones e interpretaciones
al aire, aunque vayan directamente dirigidas a un interlocutor, que aparece
como ido en su propio lenguaje al mismo tiempo parlando. ¿Se habrán vuelto
sordos?- me pregunté.
Nadie
conversa, cada uno desde su versión personal habla a nadie, pues parece que a
nadie le importa lo que otros digan, lo único que vale es lo que cada quien
piense, sienta o hable.
Es el centralismo pre
coperniquiano que impide la evolución natural y sana, al tomar conciencia que
no somos el centro, sino una parte más.
Nadie está dispuesto a escuchar, todos
interrumpen la comunicación que debiera fluir armónicamente y captada con
interés por oídos atentos; pero algo pasa con la atención, se desenfoca ipso
facto, pierde la referencia, se vuelve a concentrar, se desconecta del mensaje
exterior y reconecta con su propia historia personal.
La comunicación rota y por tanto roto
tanto el mensaje verbal como corporal.
El déficit
de atención cunde por todos los rincones del pueblo, las preguntas se evaden,
las respuestas se quedan en suspenso, los comentarios se pierden entre las
piedras, los consejos se extravían en lo ignoto, las ideas se tronchan antes de
acabar de formularse; los puntos de vista se desbaratan al no haber donde
ventilarse, las consideraciones personales se devalúan al empezar a
pronunciarse, pues se sabe que caen en terreno estéril. Aquí ¡Todos saben todo!
Las voces
solo van de dentro hacia afuera sin que haya alguien que las capte, a nadie le
interesa lo que piensen o digan los demás, lo único que en verdad importa es lo
propio, lo que cada quien piense o diga.
Un autismo funcional para el paciente
del Déficit de Atención.
Busqué por
todo el pueblo alguien que me escuchara con atención; solo la ponían cuando
ofrecía comprarles, pagarles o darles algo; cualquier otro tema carecía en
absoluto de interés.
Aquí nadie
platica sus cuitas, es en balde; nadie relata sus aventuras, es inútil, nadie
narra ni cuentos ni historias y si lo hacen no hay quien escuche, pues cada
quien pregona su propia leyenda.
Yo mismo me
contagié y ahora mejor ya no escucho lo que me dicen, solo los oigo, para
pagarles con la misma moneda.
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