martes, 16 de junio de 2015

LAS DERROTAS



Todavía no aprendemos a perder, a pesar de - durante la vida – haber perdido tanto,  tantas veces.  Hemos venido a perder y a ganar, nos disgusta perder y nos satisface ganar; sin embargo, aquel que no sabe perder,  la pasa muy mal.

Aquí en el mundo se pierde todo, abuelos, padres, parientes, hermanas, esposas, familias, hijos, amigos, conocidos; unos para siempre, otros por un tiempo, a otros en la distancia el tiempo los disuelve.

Se puede perder el tiempo, el trabajo, el dinero, el amor, la estabilidad, la cordura, la alegría, los dientes, el pelo, el brillo, la habilidad, las ilusiones, el patrimonio, la memoria, la agilidad, la calma, la templanza, la paciencia, la fortaleza y hasta la vergüenza.

La vida es una cadena ininterrumpida de pérdidas: la niñez, la adolescencia, la juventud, la madurez.  En  la segunda y la tercera edad llegan las resacas de los excesos y de los descuidos, entonces perdemos la salud.

Un constante perder todos, hasta del más ilustre ganador.  El más notable triunfador si no quiere sufrir, tendrá que enseñarse a perder. No buscamos perder, somos alérgicos a la pérdida de todo: de las llaves, de los anteojos, de la cartera, de la credencial, del documento, del cambio, del certificado, de la herencia, del celular.

Por ello, es recomendable aprender a desprenderse de los apegos, a dejar que las cosas se vayan alejando sin aprehensiones, sin intentar detenerlas, permitiendo que se alejen sin dolor; no es fácil asimilarlo, pero es muy útil y benéfico hacerlo, aceptar que todo es efímero, perecedero, momentáneo.

La obsesión por ganar obnubiliza la razón, ciega al hombre, lo condena y lo encadena al martirio de la derrota que siente como fardo que le lastima el alma.  Queremos encontrar, descubrir, inventar, crear, diseñar, componer, construir, es lo que nos impulsa en el ascenso juvenil.

El más notable triunfador, tendrá que enseñarse a perder sin sufrir,  la experiencia nos enseña que tarde o temprano perderemos la vida y con ello, todo; entonces entenderemos el valor que tiene saber perder.     

Al final estaremos repelando o agradeciendo a la vida.       

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