martes, 26 de mayo de 2020

SADICKHo


SADICKHo

Disfrutaba al enterarse del fracaso de sus amigos, así como le daba rabia por su éxito, se solazaba con la derrota de sus compañeros pero también se deprimía con sus triunfos, se alegraba por la pobreza en la que habían caído sus conocidos y del dolor de sus vecinos.
-¿Por qué?- Se preguntaba, le daba gusto el sufrimiento ajeno, la enfermedad del otro, ¿por qué le producía una felicidad indescriptible, la desgracia de los demás? 
Los terremotos, tsunamis, huracanes, tornados, plagas y epidemias lo excitaban de tal manera, que acababa agradeciendo al cielo aquellos meteoros.
Rogaba a Dios para que mil tormentos azotaran a sus amistades y cuando recibía malas noticias de sus allegados le daba gran contento, un gozo enorme lo inundaba cuando veía escurrir lágrimas desesperadas en la gente. Saber que los demás también sufren y lloran, me consuela –decía-
No se diga de la inmensa satisfacción que sentía cuando llegaban noticias de la muerte de viejas amistades o de la agonía, sin precedentes, que había padecido algún excompañero de la infancia, algún pariente lejano o un cualquier desconocido.
Se deleitaba leyendo la nota roja de los diarios, cuando en una balacera había perdido la vida un sinnúmero de inocentes, entonces resplandecía de júbilo.
Rezaba en la capilla porque la barbarie se apoderara de una vez por todas del pueblo, le encantaba saber de tragedias donde sangre, puñales, balas y amores se mezclaran, le extasiaban los rumores y los chismes de secuestros,  crímenes, asaltos y violaciones.
Se deleitaba sabiendo los asesinatos en serie de los más connotados criminales de la historia, su casa estaba adornada con horcas, guillotinas y sillas eléctricas, por donde quiera había venenosos brebajes y pócimas negras para el hechizo, tenía talismanes de tétrico embrujo, reliquias ancestrales de sospechosos ritos malditos, usaba toda clase  de sortilegios para engatusar a las muchachas más hermosas de la región, ungüentos que excitaban a la locura a las quinceañeras que corrían a su madriguera en busca del exquisito placer con que soñaban.
Una noche se dio cuenta que era el demonio, que vivía en una caverna al fondo del infierno, donde nada nace, nada vive y nada muere.

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