SADICKHo
Disfrutaba
al enterarse del fracaso de sus amigos, así como le daba rabia por su éxito, se
solazaba con la derrota de sus compañeros pero también se deprimía con sus
triunfos, se alegraba por la pobreza en la que habían caído sus conocidos y del
dolor de sus vecinos.
-¿Por qué?-
Se preguntaba, le daba gusto el sufrimiento ajeno, la enfermedad del otro, ¿por
qué le producía una felicidad indescriptible, la desgracia de los demás?
Los
terremotos, tsunamis, huracanes, tornados, plagas y epidemias lo excitaban de
tal manera, que acababa agradeciendo al cielo aquellos meteoros.
Rogaba a
Dios para que mil tormentos azotaran a sus amistades y cuando recibía malas
noticias de sus allegados le daba gran contento, un gozo enorme lo inundaba
cuando veía escurrir lágrimas desesperadas en la gente. Saber que los demás
también sufren y lloran, me consuela –decía-
No se diga
de la inmensa satisfacción que sentía cuando llegaban noticias de la muerte de
viejas amistades o de la agonía, sin precedentes, que había padecido algún
excompañero de la infancia, algún pariente lejano o un cualquier desconocido.
Se deleitaba
leyendo la nota roja de los diarios, cuando en una balacera había perdido la
vida un sinnúmero de inocentes, entonces resplandecía de júbilo.
Rezaba en la
capilla porque la barbarie se apoderara de una vez por todas del pueblo, le
encantaba saber de tragedias donde sangre, puñales, balas y amores se
mezclaran, le extasiaban los rumores y los chismes de secuestros, crímenes, asaltos y violaciones.
Se deleitaba
sabiendo los asesinatos en serie de los más connotados criminales de la
historia, su casa estaba adornada con horcas, guillotinas y sillas eléctricas,
por donde quiera había venenosos brebajes y pócimas negras para el hechizo,
tenía talismanes de tétrico embrujo, reliquias ancestrales de sospechosos ritos
malditos, usaba toda clase de
sortilegios para engatusar a las muchachas más hermosas de la región, ungüentos
que excitaban a la locura a las quinceañeras que corrían a su madriguera en
busca del exquisito placer con que soñaban.
Una noche se
dio cuenta que era el demonio, que vivía en una caverna al fondo del infierno,
donde nada nace, nada vive y nada muere.
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