lunes, 29 de enero de 2018

EL MIEDO


EL MIEDO
Empezó notando que sus miedos le hacían daño al cumplirse, esos temores se concretaban, por eso hacía enormes esfuerzos de distracción; pero las imágenes irrumpían, sorprendiéndole ido y entonces daba paso a terribles escenas que lo dejaban helado.  
Los ahuyentaba con flagelos de sus miembros, como espantando esos horribles pensamientos que le presagiaban sucesos indeseables o quizá él mismo inconscientemente los invocaba con su masoquismo inherente.
¿Habría una relación entre sus premoniciones y lo que pasaba a su rededor, incluyendo las estrellas?
Sentía pavor al sospechar siquiera que sus pensamientos repercutieran en el tiempo y sonaran en alguna parte de la realidad del universo.
Muchas veces no podía evitar abandonarse, era como elevar anclas, subir las velas, soltar el timón, que la corriente sople y lleve la nave sin control, ni rumbo ni ruta fija.  A la deriva su mente se perdía en un mar infinito que podía ser tormentoso o sereno; pero sabemos que la potencia del mar es enorme e impredecible.
Así, su mente se llenaba de monstruos marinos, de seres extravagantes de luces intermitentes, misteriosos colores, inconclusas dimensiones, absurdos destellos; se dejaba ir desafiando peligros indescriptibles en los que el miedo dejaba de funcionar.
De pronto volvía en sí, regresaba de ese peligroso escape  ¿Qué había visto? ¿Por qué estaba tan agitado? ¿Venía la muerte cabalgando con su espada desenvainada cortando cabezas? Por eso se entretenía en cualquier cosa, juego, afición o distracción; así fue como buscó ayuda en sus sueños.
-No quiero saber lo que pasará, no me gusta imaginarlo, me aflige conocer       el triste destino que nos espera a todos, sin excepción- me confesó.
  

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