LAS TINIEBLAS
Atrapados en
un callejón sin salida, metidos en una trampa mortal, encerrados en un absurdo
mundo lleno de entuertos contradictorios, sin esperanza real, sin horizonte
alguno, ahí estábamos todos.
Reinaba el
oscurantismo, la ceguera mental como epidemia crónica degenerativa, tropezando
unos con otros, a tientas sobrevivíamos en aquel pantano en tinieblas.
Todos
haciendo olas, agitando escupitajos, revolviendo heces, soltando liendres,
resbalando inmundicias en un coctel execrable.
-¡Ahí está
la salida!- el tuerto abrió su ojo, vio la luz, brilló la esperanza en su
corazón, tomó aire en profundo suspiro y eufórico, emitió un grito fantástico
tal, que cimbró al mundo entero, un alarido que sacudió las cuerdas de los
tímpanos más sordos y que como eco fractálico, fue resonando a través de los
campos.
Pero le
apagaron el ojo de un guamazo y el mundo volvió a las tinieblas.
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