lunes, 21 de agosto de 2017

ASÍ SE LA PASABAN .

    (En Depretlán, al Este de la Isla)

Extraña religión aquella, la que imperaba en esos lejanos parajes, doctrina de sacrificios perennes, de constantes castigos, de renuncias forzadas y enormes prohibiciones.
Cuentan que desde la cúpula de aquella milenaria tradición epicúrea, emanaban como lava volcánica las más horrendas amenazas. La felicidad era el peor de todos los pecados y por consecuencia lo que apuntaba hacia conseguirla, era condenable. Dionisios era un ejemplo,  Ay! De aquél que se riera, la menor sonrisa era objeto de sanción y cualquier carcajada era tomada como un desafío al mismísimo Dios.
Todo placer, merecía sentencia entre las llamas; el goce, la perdición de la esperanza; lo podía constatar Baco,  el disfrute era ya estar en la antesala del infierno; lo decía Afrodita, el deleite era considerado como una aberración; descansar ameritaba tortura.
Todo tipo de regocijo estaba proscrito, cualquier chispa de alegría era delito, todo síntoma de entusiasmo era de inmediato reprimido con violencia; Saludar era, denigrante; ser cortés, repugnante; ser atento, degradante; ser amable, era ser cobarde y hasta ser cariñoso era insultante.
Por eso en esos lares todos andaban serios, mal encarados, hoscos, tristes, cabizbajos, silenciosos, eran cumplidores de las tradiciones y de las leyes, les remordía la conciencia estar alegres y en los escasos momentos que por descuido, eran felices, llegaba el arrepentimiento a morder la conciencia ya enajenada.     

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