LOS DIOSES
Atravesando
aquel idílico paraje, apuraba el paso, a fin que la tarde no terminara
cayéndome encima como noche ante el temor de la aparición de los dioses que,
según la tradición, habían amenazado desde tiempos inmemoriales a los
transeúntes que se atrevían a cruzar el edén, lleno de misteriosos senderos.
De pronto
sentí una sombra que seguía al viento, después algunos extraños resplandores
que emergían intermitentes detrás de las exuberantes plantas que forraban todo
alrededor.
Me sentí
observado por miradas ocultas en la penumbra, luego perseguido por unos cascos que
retumbaban cada vez más cerca; me detuve en el arroyo para aplacar la sed
de mi fatiga y en el remanso vislumbré
la figura reflejada de un dios, me aterroricé quedando paralizado de
impotencia, agaché la testa con los ojos cerrados esperando ser decapitado por
la ira de la deidad; pero nada sucedió, yo temblaba de pánico, con voz
entrecortada exclamé - ¿Quién anda Allí?-
Apareció un
dios esplendoroso frente a mí, luego otra rara deidad a su izquierda y una
exquisita diosa a su derecha; creí que me señalarían con el índice acusador y
me arrojarían una sentencia irrevocable por mi tradicional herejía; pero se
miraron, se atacaron de risa y cuando se doblaban, salí destapado.
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