MELANCOLÍA
En el umbral
de la muerte, ya en la frontera última de la vida, ahí en ese límite en el que
bien a bien no se sabe si se está viviendo o muriendo, si es aquí el más allá o
si detrás se halla el más acá; ahí me encuentro.
Un instante
tan solo, un paso en falso y todo quedará para siempre anulado, todo el
incipiente aprendizaje borrado, en balde acumulado; acá donde las cicatrices
pierden sentido y los dolores se hacen guangos en definitiva, lo de enfrente ha
desaparecido, la reversa renuncia perdida entre la bruma, no hay dolor, solo un
súbito escape hacia la cumbre de la nada.
En ese filo,
apenas una tenue línea divisoria entre el júbilo y la tristeza, entre el
recuerdo y el olvido, velo intraspasable, toque de queda, angustia de esperar
la noble y patética fatalidad del exterminio absoluto, aunque la historia siga
su marcha incansable, sin notar nuestras ausencias.
Nadie ni
nada sobrevive más allá del punto final, vamos cayendo como árboles talados del
bosque milenario que ingenuamente se sintió eterno; pero los dolores se
hicieron presentes con insidia acelerada y las culpas en vez de huir como
cuervos asustados, se amontonaron como bestias de rapiña sobre nuestros cuerpos
inertes, deformados por el tiempo, cubiertos del polvo que son, devorados por
los gusanos que salen en tumulto por los poros, hambrientos seres que aguardan
su hora.
Vencidos por
el cataclismo de la vida, mojados por el torbellino incesante del tiempo
amanecido, cantos de ultratumba con dolor a campana, sudor que se seca en tétricas
arrugas del viejo marchito de experiencias fallidas.
¿De qué
sirvió vivir? ¿Cuál fue la ganancia? ¿Qué dejó la experiencia? El viento seguirá soplando sin mí, el sol
saliendo para seguir calentando los huecos de la ausencia, la vida continuará
regalando promesas y la muerte amenazando noche y día hasta el fin de los
tiempos, que nunca veré llegar.
Ahí quedó la
nostalgia, el perdón, el conjuro, la melancolía, la añoranza; lo mismo que la
algarabía y el entusiasmo; ni un aplauso, ni una sonrisa, ni una caricia y
menos ni un solo beso; todo fue echado al sepulcro o al horno, para convertir
en humo y cenizas la esperanza del amor eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario