viernes, 26 de febrero de 2016

LOS IDÓLATRAS

LOS IDÓLATRAS
Cuando los españoles iniciaron la conquista de México, encontraron una enorme ventaja para someter a los indígenas de América, eran totalmente supersticiosos y de naturaleza profundamente idolátrica.
Hernán Cortés escribió al Rey de España Carlos V: Los habitantes de estas tierras son idólatras, por lo que será muy fácil someterlos, solo sustituiremos sus dioses por nuestro señor Jesucristo; he aquí esta perversa estrategia que ha resultado de gran eficiencia, para tener doblegado al pueblo.
Hasta el día de hoy prevalece esa costumbre tan arraigada en su sangre, ahí les tienen, profesando sumisión absoluta a quien sea y a lo que sea; de sus entrañas nace la idolatría a dioses de barro, cantera, o carne y hueso; basta colocarles enfrente un ídolo, para que se rindan sin tapujos ante él; síntoma inequívoco de primitivismo, lo que es muy conveniente para dominarles, explotarlos y robarlos.
Ávidos de vergonzosa idolatría, base para su rendición abnegada, lo demostró Moctezuma, que anticipando la llegada de los depredadores peninsulares por supersticiones proféticas de los brujos, entregó el Imperio Azteca, en manos de un puñado de delincuentes hispanos que, sin  respeto alguno, destruyeron sus templos e imágenes de piedra, para erigir altares, capillas y catedrales provenientes del viejo mundo europeo. En esta sumisión anticipada, se basa el malinchismo que prevalece con mayor fuerza cada vez,  el desprecio a lo autóctono y la admiración irracional a lo extranjero. ¡Qué fácil resulta engañar a los fieles idólatras! 
Llega el Papa, el jerarca romano y encuentra un torrente de idólatras tendido a sus pies, les llena el hueco idolátrico ancestral; cuando lo ven irradian felicidad, lloran de gusto, se sienten salvados del amenazante infierno prometido, suplican milagros para atenuar su pobreza, piden, rezan, oran, se hincan y se acongojan; se va el Papa y vuelven a su miseria, en espera de un próximo retorno del Pontífice argentino, quieren quedárselo, como si ese prelado no fuera un ser humano como cualquiera. Es la parafernalia con que se acompaña el espectáculo vaticano, no importa que sea Bergoglio, Ratzinger o Wojtyla; si fuese un simple monigote disfrazado de Cardenal, sería lo mismo, la cuestión es dar rienda suelta a su idolatría.             


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