CON LA PLUMA DESENVAINADA
Con la pluma
desenvainada me dispongo a escribir lo primero que salte en mi mente enferma de
dolor, de resentimiento y de locura.
No responsabilizo
a nadie, ni a dios ni la suerte ni al destino, por mi desgracia.
Lleno de rabia me hinco ante las piedras de los
montes, pues no hay nada otro a quien reclamar ni implorar claridad y cordura.
No, ya no
quiero excusas ni explicaciones, para qué bálsamos y consuelos; quiero fuego,
relámpagos y truenos que conmigo despotriquen contra la taciturna indiferencia
del universo.
La vida se
ha declarado víctima de una macabra broma, el tiempo como un verdugo sin
escrúpulos, el mundo que recibe toda clase de escupitajos de los más soeces
engendros del demonio.
Me he
reducido a condición ya ni de bacteria, no merezco siquiera ser una partícula
de polvo, el cosmos me quedó holgado.
Los Animales
de cualquier tamaño en su temblor lleno de inocencia avanzan hacia su último
adiós con la misma prisa con la que arribaron,
sin jamás enterarse de a qué vinieron.
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