SIMULTANEIDAD
¡Se acaba el
mundo! Gritaba el periodiquero a media calle, anunciando el diario, todos los
encabezados lo replicaban en sus portadas, la gente murmuraba lo mismo, los
rumores corrían por la ciudad.
¿Se acabará
también el sistema solar? Se preguntaban en cafés y bares los comensales, ¿Se
terminará el Universo? ¡No que era eterno y quien sabe qué!
Ya lo
anunciaron en todos los medios oficiales, el propio Papa desde el Vaticano se puso
a llorar en plena Plaza de San Pedro, dándose fuertes golpes en el pecho y
arrodillado frente a un altar implorando clemencia al Espíritu Santo y al
Sagrado Corazón de Jesús, con la esperanza que estos entes comprendieran su
terror.
¿No que
faltaban como cinco mil millones de años más? Espetaban cardenales, frailes,
obispos y curas; ustedes que les hacen caso, musitaban unas monjas que ya
traían sus hábitos desgarrados de tanto manosearlas albañiles y plomeros.
De todas
maneras ya me iba a morir pronto, pensó un anciano que tendido en el suelo
mordía un pepino, para mí, es exactamente igual, lo mismo que deje de existir yo
a que deje de existir el universo.
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