DIALOGO TEOLÓGICO
Se dieron las peculiares circunstancias en las que se encontraron dos
viejos amigos en el andén de la estación ferroviaria, Sócrates el intelectual,
el pensador frío, matemático y calculador quien esperaba su tren con dirección
al norte y Saúl que se dirigía al sur, un joven entusiasta, emotivo,
sentimental, tradicional, sencillo y comprometido con sus ideales. Ambos debían
pasar largas horas de espera para sus respectivas salidas, por lo que
decidieron sentarse a conversar en la cafetería de la terminal.
Sócrates cursaba el doctorado de Física, Saúl tomaba una maestría en la
Universidad Pontificia; así que sus puntos de vista eran opuestos
ontológicamente; como era de suponer la plática se centró en la existencia de
dios. El pensamiento dual Cartesiano y magistralmente expuesto por Shakespeare
en su “ser o no ser” trascendía ahora a la pregunta: ¿Existe dios? Y como
consecuencia ¿Tiene sentido el universo?
Saúl, sabiendo la reticencia a la fe que siempre había caracterizado a Sócrates,
inició el diálogo con la siguiente serie de aseveraciones:
-Te pierdes del placer de amar a dios, allá tú, es tu libre elección; pero
te aconsejo que lo consideres, embellecerías tu existencia con la adoración al
ser supremo, creador del universo; de lo contrario la vida pierde sentido, sin
dios no hay razón de vivir; mientras sientas ese temor de dios, estarás
iluminado, serás bendito, hallarás paz en tu corazón a pesar de las
adversidades a las que nos enfrentamos todos, una fuerza interior te apoyará,
levantará tu ánimo sin exigirte nada, la devoción a dios es el sagrado tesoro
de un gozo incomparable, superior a cualquier otro.
Tocaba ahora el turno de hablar a Sócrates, quien raspando la garganta
empezó con las siguientes palabras:
-Reconozco que conviene creer en un dios creador, un ser que califica,
juzga, premia y castiga el actuar del hombre en la vida; pero creo que es un
escape al enigma fundamental de nuestra existencia, un fácil artificio para
huir del absoluto abandono del hombre y del temor de aceptar nuestra deriva;
eso entristecería a cientos de millones de personas en el mundo, gente que se
aferra a sus creencias, ya que de otro modo no soportaría la soledad en la que
nos encontramos todos. Se que es difícil encararlo, ya que podría llegar a la
angustiosa y deprimente desesperación para los creyentes que toda su vida han
estado bajo la égida de sus respectivas religiones, atados a las doctrinas
teocráticas de las iglesias, donde permanecen encadenados con fuertes grilletes
que les brindan seguridad.
Luego habló Saúl, diciendo:
El universo existe con propósito, opera bajo estrictas leyes que lo rigen,
la naturaleza no está desbocada, no es caótica, existe una voluntad inmanente
que provoca los procesos evolutivos y controla la dinámica de los astros. Los fenómenos no pueden ser espontáneos,
obedecen a un impulso original que echó andar la existencia y el ser humano
como la excelsa manifestación de la vida, la culminación más acabada de la creación
y en perspectiva de su perfeccionamiento como obra cumbre.-
Pasó ahora la voz a Sócrates, quien habló de esta manera:
- Primero fueron deidades que representaban los poderosos y catastróficos
elementos naturales: el rayo, el mar, el viento, la lluvia, la fertilidad, etc.
también el dios sol, la diosa luna, las constelaciones estelares, dando pie al
nacimiento de la astrología, que mediante los signos del zodiaco rigen el
horóscopo correspondiente a cada signo; el dios del fuego, la diosa de la
sabiduría, el dios de la embriaguez, la diosa de la belleza, el de la guerra,
el de la caza; muchos de ellos exigiendo sacrificios y holocaustos
verdaderamente descabellados. Dentro del
proceso evolutivo humano y en todas las culturas, el hombre al no comprender
los fenómenos naturales, tradicionalmente ha recurrido a explicarlas a través
de las deidades, mismas que irán conformando el cúmulo de creencias, ritos y
doctrinas propias de cada una de las religiones. Si hoy no logramos entender
los múltiples misterios que nos rodean, menos lo podrían explicar en remotos
pasados tiempos. El temor que ejerce
para todo ser vivo, la amenaza de perder la vida , invita al ruego a esas
divinidades imaginarias para buscar su protección, su ayuda y la mejoría en
todos los órdenes, buscando denodadamente su intervención para facilitar la
solución de los problemas que la existencia misma plantea.-
Calmado y pensativo, Saúl tomó la palabra para decir:
-Dios es lo que da sentido no solo a la vida sino a la existencia completa
del universo, la vida humana pierde todo significado sin la acción previa de
algo que queda fuera de nuestra comprensión mundana, algo que es eterno y causa
del ser; es evidente que la exacta coincidencia del infinito número de
variables físicas y químicas del mundo material no es mera espontánea
casualidad, sino que obedece a un orden específico, donde cualquier mínima
modificación, hubiera dado un resultado distinto a la vida, la consciencia
nunca hubiese aparecido.-
Sócrates tomó la palabra y habló así:
-El papel que han representado las religiones en la vida de los pueblos, ha
dado pie a las normas que regulan la primitiva conducta de los hombres,
caracterizada por su barbarie y por la irresponsabilidad de sus naturales
instintos; es el primer pacto social surgido para facilitar la cada vez más
compleja convivencia entre los miembros de la tribu, para proteger al clan y
establecer una organización funcional, para dividir el trabajo y mejorar su
vida; pero en contraste, permitieron la
validación de la mentira como factor de amalgama social, el poder, las jerarquías, el juicio, la condena y el temor a
los dioses enfurecidos o al dios iracundo sediento de sangre y sacrificios. El
dios inventado exige sumisión absoluta y arrebata la libertad de criterio, prohíbe el albedrío independiente, castrando
así la voluntad humana de reflexionar sin ataduras.-
Con una sonrisa amable en los labios y mirando fijamente a su amigo, Saúl
dijo:
- Cada religión de cada pueblo intenta imponer una conducta sana entre sus miembros, una
moral que de ser seguida, logrará la armonía social y ejercerá un castigo a
quien en flagrancia viole la ley y en su consciencia genera una mancha que
deberá expiar mediante penitencia, evitando así la injusticia, al menos es su
afán inmediato.
Dios diseñó las condiciones a las
que tuvo que adaptarse el universo, las leyes gravitacionales, la
termodinámica, la velocidad de la luz, las fuerzas electromagnéticas, las
fuerzas nucleares, las que rigen la materia en general; todas obedecen patrones
determinados, no son caóticas; esto prueba sobradamente la existencia de algo
infinitamente superior que sale del alcance, hasta de la más fantasiosa
imaginación.-
Después de haber dado un sorbo a su café, Sócrates agregó:
-Si dios está sometido a ciertas condiciones, querría decir que tiene que
respetar determinados principios y leyes ajenas a su “omnipotencia”, es decir
no puede salirse de parámetros impuestos ¿por él mismo, como creador? O bien,
puede modificar a su arbitrio las normas del universo.
El cosmos parece estar sujeto a leyes fijas, que no se están moviendo
erráticamente, lo que equivaldría a que dios habría impuesto las condiciones en
como se desempeña el universo y hasta ahí quedaría su papel y no el estar
atendiendo súplicas de los hombres ni interviniendo en sus vidas ni en sus
diarios menesteres, así como tampoco exigiendo ser idolatrado, adorado y amado
por sobre todas las cosas.
Visto así, como una voluntad y potencia inconmensurable y la infinita
distancia que nos separaría de esa deidad
¿Qué caso tendrían las múltiples religiones que han invadido, confundido
y conflagrado al hombre hasta hoy día? Sé de personas que hablan con dios, de
otros a los que les aparecen otras deidades divinas como: ángeles, arcángeles,
querubines, vírgenes y santos, hay quien asegura haber testimoniado milagros
inexplicables y les envidio, tal vez sea por la fe que tienen; pero compadezco
su inocencia, no soportarían la decepción de verse engañados por uno de los
múltiples mitos; no obstante si esto los hace mejores seres humanos, es
absolutamente respetable.-
Saúl miró el reloj, todavía había tiempo para su replica, así que cruzando
los brazos, expresó:
Un dios así tan lejano como ausente, tan distante como indiferente a las
cuitas humanas personales, no tiene siquiera objeto considerarlo; dios que no
se inmiscuye en el destino ni en el estar de los hombres, pierde todo
significado; yo me refiero a dios como la divinidad a la que se le puede
invocar, rezar, pedir consuelo, suplicar, elevar plegarias, consultar; un dios
que escucha, que atiende a su pueblo, que interviene en la vida de sus
criaturas, que hace justicia, que oye ruegos, que premia y castiga conforme a
sus mandamientos. Que brinda esperanza, que da sentido a la vida, un dios con
el que los hombres pueden tender puentes de comunicación, que llena nuestros
corazones de confianza; de nada me sirve creer en un dios que espera después de
la muerte, lo quiero aquí y ahora, que me haga caso, que sienta su existencia y
su constante presencia hoy, eso se
consigue solo con la fe que tú no has tenido.-
Se levantaron los dos amigos de la mesa, ya anunciaban sus salidas, se
despidieron con un fuerte abrazo y pensativos cada uno cogió su rumbo.